Subí a la habitación para
cambiarme. Kesuke jugaba con una PSP. En su cama había una guía de New York en
japonés. Fue entonces que recordé un libro que había comprado que estaba en
japonés, era de fotos muy extrañas.
-Kesuke ¿Me ayudarías a traducir un
poco un libro que está en japonés?- le pregunté mientras buscaba una camisa en
mi valija.
-Sí, claro- dijo y apagó la consola
de videojuegos. Abrió una lata de jugo de uva y la bebió de un trago.
Le pasé el libro y luego de
analizarlo con detenimiento durante un rato me dijo lo siguiente: “Bienvenido al oculto Japón, a lo que ni
siquiera habitantes sus conocen de su tierra. Este libro muestra el lado
secreto y lujuria del país, principiomente de la ciudad de Tokio. Un infierno
disfrazado de neón. Atrevete a ingresar a este sitio aunque por ahí no
encuentres la salida”.
-Guau- dije admirado.
Kesuke miraba el libro sin
comprender de qué se trataban las fotos de consoladores de Hello Kitty pegados
a platos de sushi y las estatuas de Hombres de Neandertal vestidos de chicas
Pin Up.
Terminé de vestirme y bostecé con
fuerza estirando los brazos.
-¿Estás cansado?- me preguntó
Kesuke.
-Sí, pero voy a salir igual ¿Vos
vas a hacer algo?
-Sí, voy a ir a ver el Rey León- le
dijo- Saqué buenos asientos.
-Genial
-En verdad saqué un solo buen
asiento, porque voy solo.
-Oh
Ambos quedamos en silencio.
La canilla goteaba, parecía el
sonido de las agujas de un reloj pero con más eco.
-Otro día si querés podemos ir a
pasear Kesuke- le dije más por lástima que por verdadero interés.
-Oh- respondió- me gustaría.
-Tengo que irme.
-Buenas noches.
Bajé los peldaños contento. Crujían
como si fuesen los dientes de un león masticando los huesos de una gacela que
lleva muerta varios días bajo el sol de la Sabana.
Esto es lo que recuerdo de la
fiesta:
“(
)”
Me desperté por los escupitajos de
Kesuke. Era temprano, tenía resaca. Abrí un ojo y veía todo fuera de foco.
Kesuke estaba sin remera y tenía una toalla atada a su cintura.
Miré su cama y había unos afiches
tirados sobre la colcha, estaban en japonés y en inglés.
-¿Qué es eso Kesuke?- pregunté con
la voz agarrotada, como si una prensa apretara mi traquea. Tenía la boca
pastosa y un aliento fatal.
-Son unos anuncios que encontré en
el subte cuando volvía ayer de la obra. No comprendí del todo de que se tratan,
parecen sacados del libro que me mostraste ayer.
Me levanté de la cama y tomé uno.
-Esto es peligroso Kesuke.
-No tengo idea de lo que es.
Son malos.
-No sé si son malos. Dicen cosas
que no son malas, no es malo.
“El futuro es nuestro. De nosotros depende el cambio. Esta atento a lo
que pasará pronto.
El 1 de enero de 2013 el mundo como lo conocemos llegará a su fin, por
causas naturales o motivado por nuestro movimiento, la Orden del Nuevo Mundo.
El sistema económico domina a las vidas de las personas, el consumismo,
la tecnología, la mala alimentación. Pretendemos destruir todo eso, volver al
inicio, al hombre nómade y libre, desposeído de los objetos y los bienes
materiales. El hombre libre es aquel que no tiene nada a lo que atarse, ni un
trabajo, ni un hogar, ni un nombre.
Volveremos a ser hombres pero también animales, el sistema capitalista
colapsará, implosionará y habrá reticencia pero es lo único que le queda al
hombre para que el mundo pueda seguir existiendo.
Las medidas deberán ser drásticas para que puedan ser efectivas. No hay
vuelta atrás, el fin del mundo comienza. Un mundo nuevo surgirá para el bien de
todos.”
-Mierda Kesuke ¿Leíste esto? En
unos días algo malo va a pasar.
-¿Crees que es algo malo? Ni
sabemos que es lo que va a pasar, pero parece liberador. Las cosas van a
cambiar.
-Mierda Kesuke, te hacía un
conservador de pueblo pero sos peor que el Unabomber.
-Solamente me parece interesante
que cambien las cosas. Yo soy de un pueblo muy pequeño en el que nada cambia
nunca, no pasa nada. Venir a Estados Unidos fue sido una experiencia loca mi
para. California, la playa, nunca había visto la playa. Ahora New York, una
ciudad extrema, grande, una isla también. Es muy raro todo. Mi vida cambió
mucha en la último tiempo. Un cambio a todos me parece correcto. Estoy
aprendiendo cosas nuevos.
-Te entiendo Kesuke. Es que lo
nuevo asusta. Yo pensaba poder publicar alguna novela, filmar algún documental.
Vivir solo Kesuke, mierda, vivir solo. Pero si todo cambia eso no va a poder
ser y serán otras cosas. Es decir, no me molesta el cambio, pero quería lograr
esas cosas en este sistema, quedar mínimamente satisfecho y que después
cambiara.
-Es esperar lo que queda.
Buddy Holly fumaba en la calle y
estaba vestido como un Rudie Boy.
-Mierda, te estamos esperando
todos, hace un frío terrible.
-Deberías abrigarte. El placer por
delante de la moda.
Buddy Holly olía muy bien y su jopo
parecía perfecto.
Caminamos hasta la esquina de la Séptima Avenida y
ahí estaban todos reunidos, todos tenían café en sus manos.
-El desayuno del hostel es un asco-
dijo Peggy Sue.
-Cigarrillos y Café, son unos
hipsters, parecen salidos de una película mala de Jim Jarmusch- dije.
Avanzamos hacia el subte y yo no
sabía a donde estábamos yendo.
En la estación había unos chicos
raperos con un Boom Box, escuchaban rap de los ochentas. El sonido era tan
primitivo que rozaba con el funk. Por ahí era hip hop y no era rap, no se cual
es la diferencia.
Pregunté cual era la diferencia
pero nadie tenía idea y me sentí tonto por preguntar pero a gusto por no ser un
ignorante, o al menos no más ignorante que el resto de lo que ya en ese
entonces, se podía considerar mi grupo de amigos.
En el vagón había un hombre de
rastas y tatuajes de preso o marinero que no tenía remera y parecía que vivía
en la calle. Ocupaba cuatro asientos, estaba acostado en ellos y murmuraba
palabras extrañas y cada tanto gritaba. Nadie parecía realmente consternado por
su presencia satánica.
Nos sentamos lo más lejos posible
de él. Yo estaba junto a Mimi y ella junto a una mujer embarazada que tenía un
vestido con barcos azules. Buddy Holly estaba sentado y encima de él se
encontraba Peggy Sue. Josh iba parado y parecía un criminal.
Me vi reflejado en la ventana opaca
del subte, mi silueta aparecía distorsionada. Fue la primera vez que pude
imaginarme calvo. Lejos de aterrarme sentí calma, como si tuviese cáncer y
hubiese descubierto una cura casera y secreta. Ya nada podía aterrarme, podía
visualizarme a mi mismo en el peor de los estados: sin pelo. Me hizo comprender
que el mayor de mis miedos estéticos no era tan grave como parecía.
-Cuando llegué al hostel entré a la
habitación y había unos zapatos y una camisa y una plancha y un libro de
autoayuda del publicista Paul Arden. Eso me había dejado tranquilo, mi
compañero de habitación parecía un chico tranquilo. A la noche lo conocí, era
un muchacho negro que acababa de llegar de la Florida y no conocía a
nadie y estaba solo. No hablaba casi pero leía bastante y el tacho de basura
siempre estaba lleno de comida chatarra de todo tipo, pero el era muy flaco. Se iba a ir a Queens porque le
resultaba muy caro el hostel. Una mañana se fue y me quedé solo una noche y al
día siguiente tuve que cambiarme de habitación porque esa tuvo una falla
eléctrica; y ahí estaba Kesuke. Y ahora Kesuke está a favor de La Orden del Nuevo Mundo.
-¿Qué mierda es Kesuke?- preguntó
Buddy Holly. Su voz sonaba desgarrada, como si estuviese por parir, pero eso es
imposible porque es hombre. Seguramente era por el peso de su novia encima de
él.
-Mi compañero de habitación.
-Sí, entendí eso, pero…no importa.
Estaría bueno que los cinco estuviésemos en la misma habitación.
El viaje era largo y las estaciones
en las que frenábamos eran cada vez más feas. Muchas personas bajaban y muchas
otras subían. Los peinados y las ropas y los rasgos cambiaban y era interesante
imaginar las vidas de esas personas que no iba a ver nunca más y de las que
nada nunca sabría.
Las últimas dos personas que subieron
antes de que nosotros bajásemos lucían extrañas. Ambos tenías los ojos celestes
y vestían trajes negros y parecían ser una mezcla entre testigos de Jehová y
los chicos de El Pueblo de los malditos.
-Miembros de La Orden- me susurró Josh al
oído.
Bajamos en Coney Island. Hacía
mucho frío y el viento soplaba.
-Perfecto- dijo Peggy Sue- este
lugar es una mierda.
Caminamos por la Avenida Surf hasta una tienda
que vendía remeras y Mimi compró una de The Warriors porque los personajes de
la película son de ahí. Pensé en comprar una pero no lo hice y después me
arrepentí. La tienda era como un Surf Shop pero deprimente.
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