sábado, 6 de abril de 2013

MANHUNT VIII


Necesitaba estar solo y caminar por la ciudad. Llegué a lo que solía ser el CBGB´s, ahora era una tienda de ropa muy cara a la que no quise entrar. Me sentí mal, algo había muerto. Me preguntaba porqué el Chelsea Hotel sí era un lugar reconocido por la ciudad como patrimonio histórico y ese bar no lo había sido. Pasé por el New Museum pero no estaba con ánimo como para entrar.
Faltaba una semana para que fuese el fin del mundo o algo así por lo que me propuse a aprovechar lo más que podía la ciudad, porque por ahí mis últimos días de vida eran en ella y quería irme del mundo lo más contento que pudiese.

Caminé hasta lo que era el C Squat, pasé por el mural de Joe Strummer pero no me detuve porque nunca fui muy fan de The Clash y di vueltas por una plaza que parecía peligrosa pero había muchos juegos infantiles y muchos chicos jugando. El C Squat ahora era un museo dedicado a la ocupación de espacios públicos o algo así.
Por suerte seguía colgando el cartel que había visto tantas veces en fotos en Internet: “Esta tierra es nuestra. No está a la venta”.
Parecía ser una tienda hipster del SOHO, vendían remeras y bolsos y fanzines. Había un mostrador en el que había varios voluntarios hablando entre ellos. Estaba muy lejos de lo que esperaba encontrar pero el museo seguía hacia abajo donde había una muestra fotográfica y un documental de una calidad técnica muy pobre filmado en VHS que se repetía una y otra vez. Ahí abajo había un punk crust con un perro y un par de viejos vestidos de traje que parecían haber sido squatters artistas que estaban en su adultez y venían a recordar viejas épocas de cuando eran pobres o al menos, más pobres.

Hacia al fondo había un salón descuidado y oscuro atiborrado de gente. Era una conferencia que estaba dando un ilustrador de la revista The New Yorker sobre sus días como okupa y sobre como era toda esa zona en esa época, durante los años ochentas.
Extrañamente casi no había punks, sino gente con sweaters con cuello de tortuga y cochecitos con bebés.
Una mujer regalaba bolsas con pochoclo que acepté esperando que tuviesen ácido pero solamente tenían sal.
Apenas se podía ver o escuchar por lo que me puse a ver unos afiches que había con ilustraciones de las personas que habían vivido allí y sus historias narradas en primera persona. Eran todas historias tristes e increíbles, admiré a cada una de las personas que leí. Uno era un anciano (Había nacido en 1935) y en su juventud había convivido con Allen Ginsberg y Jack Kerouac, lo que me pareció muy sorprendente y a la vez triste. Triste porque me era un mundo ajeno y lejano.
Subí al infoshop y le pregunté a uno de los voluntarios si había forma de visitar el resto del edificio y me dijo que no, porque son viviendas, que el C Squat ya no funcionaba como centro cultural, ya no se hacían recitales y la famosa rampa de skate estaba desarmada.

Bajé hasta la Plaza Cultural y avancé por la Avenida C hasta llegar por puta casualidad a la calle Rivington y toparme con el ABC NO RIO. Había unos punks en la puerta y me acerqué para ver que pasaba. Había un recital, una de las famosas hardcore matinees de los sábados. El encargado de cobrar la entrada era un hombre que tenía un gorro de lana con un parche de GBH y una campera de aviador. Se llamaba Miguel y que era de Honduras y que tenía una banda llamada Tegucigalpa. Hacía frío en la calle pero a nadie parecía importarle. Una chica con una cresta violeta intentaba hacer malabares con dos botellas de cerveza. Caían al suelo y hacían un sonido amenazador pero no se quebraban. Otro chico de cresta contaba sobre una pelea que había tenido en Long Island la noche anterior y como dos policías lo revisaron sin encontrar ninguna droga porque él no se drogaba.
Miguel me contó que el había venido de Honduras en 1985 y que en ese entonces el Lower East Side y el Alphabet City eran barrios peligrosos pero que a él no le quitaban el sueño porque en Honduras todo era más complicado.
-Hubo veces en las que tuve que bajar con un bate de béisbol porque vendedores de crack se querían meter en el edificio. Nosotros siempre estuvimos en contra de esas cosas. Eran épocas duras, vendían drogas en todos lados y todos los edificios estaban vacíos y los ocupábamos y después nos mudábamos. Todos nos conocíamos y nadie tenía pertenencias y había muchas bandas y muchos recitales. Después vino Gulliani y simplemente movió el crimen de lugar, esas personas no dejaron de existir. Lo único que logró es que la ciudad sea cada vez más imposible de pagar, imposible de existir y que sus habitantes artistas se tuviesen que ir cada vez más lejos, al igual que los criminales que encerró y echó.
Yo esperaba con frío a su lado a que fuese la hora para que el recital comenzara. Los turistas pasaban por la puerta y tomaban fotos y los punks posaban de manera agresiva y les pedían una moneda.
Una chica bajó una escalera y le preguntó a Miguel quien había sido el último en utilizar el baño, estaba tapado y no se podía usar. Miguel dijo que probablemente había sido su culpa por haber tirado un preservativo usado en el inodoro, que después se encargaría.

Miguel trabajaba como cocinero en un restaurante.
-Trabajo en un lugar al que no puedo ir como cliente, no me pagan lo suficiente como para poder comer ahí, es al revés del fordismo lo que hacen. Lo bueno es que manejo mis horarios, ahora trabajo solamente tres días a la semana pero doce horas cada vez.
Apareció un muchacho con una campera de aviador y pantalones militares y borceguíes. Todos se quedaron en silencio. Tenía la mejilla perforada y abierta del tamaño de una pelota de tenis, se veían sus dientes y encías.
-Hoga- dijo.
-Son siete dólares- le dijo Miguel sin mirarlo a los ojos.
El muchacho pagó y fue para adentro del ABC No Rio.
-Ese muchacho esta bien loco. Hace tres años que no aparece por acá, estuvo en Irak.
-¿Eso se lo hizo en Irak?
-No, su novia lo engañó y el la descubrió en un recital en el Knitting Factory en Brooklyn. Ahí mismo se quiso suicidar y le erró y quedó deformado. Cruzó el puente de Brooklyn así, como un zombie, lleno de sangre. No tenía seguro médico y quería curárselo él mismo. Finalmente la cara le cicatrizó y quedó deforme.
-¿Y por qué todos se callaron cuando apareció?
-Porque estuvo en Irak, fue a pelear a la guerra, nadie supo nada de él en tres años. No es un personaje muy querido acá.
-¿Cómo es lo del seguro medico?
-Aquí sin seguro médico no existes. Este es un país duro, no pienses que no. No todo es Time Square, Doctor Pepper y HBO. Aquí las cosas cuestan mucho si no tienes dinero. Las propiedades en los ochentas eran un regalo, ahora la gente vive cada vez más y más lejos, es imposible afrontar los gastos de Manhattan. Es una trampa esta ciudad, la gente la llama Manhunt porque te caza. Vives en Nueva York pero sos esclavo de Nueva York en verdad. Es una ciudad glamorosa para los que tienen dinero, sino, es como cualquier otro lugar. Ser pobre es lo mismo en cualquier lado. En los ochentas aquí estaba todo abandonado, la policía no se animaba a entrar a estos barrios. Ahora los turistas caminan con las cámaras de fotos colgadas al cuello. La ciudad cambia, cambia muy rápido.
-Mierda- dije.
-Ven, vamos para adentro- me dijo Miguel y eso hicimos, fuimos a un pasillo donde había una mesa con diferentes flyers y fanzines gratuitos. Me quedé con una vieja copia de la revista Heart Attack.
-Este wacko me preocupa aquí dentro. Todos los que van a la guerra vuelven hechos unos harapos. La droga los destroza.
La gente comenzó a ingresar para el recital que estaba atrasado dos horas.
-Toman drogas sintéticas y vuelven adictos. Cuando los gringos se emborrachan o se drogan, lo hacen en serio, y ahí no hay como frenarlos, se brutalizan. Y después nosotros, los latinos somos los responsables de la droga en este país. Sumado a todo ese caos está el de La Orden del Nuevo Mundo, no se si te has enterado de eso.
-Sí.
-Es un desastre, nadie comprende lo que sucede del todo con ese movimiento, ni como funciona ni lo que plantean. Hay más gente involucrada de la que uno piensa. Personas de izquierda, de derecha, ricos pobres. Es un movimiento que no distingue nada. Existe, es. 
Un muchacho con expansores pasó por el pasillo y escuchó nuestra charla.
-Mi mamá piensa que se va a acabar el mundo, por eso me pagó todos los implantes dentales- dijo y se relamió los dientes de juguete. Tenía expansores y una remera de Warzone gastada. También una gorra de béisbol de los Cardinals. Siguió caminando hacia la salida para fumar.
Ingresamos al salón y yo esperaba que fuese un lugar semi demolido pero era un espacio muy bien iluminado y pintado de blanco. Imaginé que así debería ser el limbo de los punks cuando mueren de sobredosis o peleas o esas cosas que seguramente hacen los punks.

Había un puesto de galletas veganas de calabaza y otras con chips de chocolate. Compré una de calabaza y era muy rica. Sonaba hip hop y todos los punks cantaban las canciones de hip hop y me resultó extraño y me pregunté donde mierda estaba.
Apareció la primera banda en escena. Eran solamente dos. Un chico que tocaba el bajo y tenía una camisa escocesa y parecía ser un integrante de Green River y un chico en guitarra que tenía una camisa negra metida dentro del pantalón (un pantalón color marrón claro de oficina) y que estaba peinado con raya al medio. Un nerd.
Encendieron un iPod en el que tenían grabadas baterías y tocaron el grindcore más técnico del mundo, con mucha influencia de math rock y post hardcore. Los temas duraban muy poco y eran alucinantemente complejos.
Había un chico oriental con una remera de Terrorizer. También había un chico con rasgos orientales que bailaba como lo hacen los Straight Edge y se armó un circulo a su alrededor, tenía una remera de Vegan Records y me asombró muchísimo.
Cuando la banda terminó le dije:
-Hey, tu remera es de un sello de donde yo vengo.
-¡Guau! Me la trajo mi novia de un viaje, mi nombre es Harrison.
-Ariel
-El es Jorge, tenemos una banda juntos, él toca la guitarra y yo canto, nos llamamos XPASSAGEX.
Ellos estaban acompañados de otro muchacho que tenía una campera de cuero con atrás un parche de una AK-47 con la inscripción KILL YOUR LOCAL DRUG DEALER.

En un rincón se encontraba el muchacho que había vuelto de Irak. Estaba sólo, apoyado contra la pared. Tenía un babero en el cuello y bebía te helado que se le escapaba por su mejilla perforada.
La siguiente banda era de New jersey y hacían un hardcore muy aburrido al estilo de Chain of Strenght o Bane.  Los chicos bailaban y se empujaban. Los punks crust se sumaron a la danza violenta y yo me quedé a un costado, mirando toda la situación con cierto asombro.
Al terminar esa otra banda comenzó una de Islandia. Hacían grindcore en su estado más puro. El guitarrista esgrimía una guitarra Fender Jaguar, un instrumento no del todo bien visto para ese género. Él lucía como un modelo de alguna marca famosa y cara, era alto y rubio y estaba muy bien vestido. Su apariencia no tenía nada que ver con la música demencial que ejecutaba.
Los chicos volvieron a bailar con brutalidad, el recital fue extremadamente corto.
La chica de cresta violeta estaba traspirada y su peinado se había desarmado.

Finalmente apareció la ex cantante de Mùm, vestía un jardinero roto y estaba sin zapatillas. Enchufó un reverb y un whammy a una guitarra acústica y a un mixer. Ella cantaba y movía las perillas con los dedos de los pies para variar la sensibilidad de los efectos. Los sonidos empezaron a yuxtaponerse hasta generar un clima tántrico.
Quedaban solo ocho personas en el lugar para ese entonces.
Ya era de noche. Me quedé con Harrison y Jorge y su otro amigo que nunca supe el nombre, en la calle, andando en skate.
Me contaron historias sobre los recitales hardcore en New York, sobre los diferentes estilos y actitudes entre los barrios.
-En Bronx bailamos violento- contó Jorge- en Queens son más flojos.
Nos quedamos patinando en la calle hasta que ellos se volvieron para Bronx a festejar Nochebuena con sus familias. Quedamos en contacto para ir a pasear otro día por la ciudad. Yo aproveché la cercanía para ir a ver a John Zorn que se presentaba en su propio bar.

Era el segundo en la fila, en verdad el quinto pero las cuatro primeras personas estaban juntas.
Hacía frío y a los pocos minutos un hombre gordo salió a la calle y comenzó a cobrar las entradas.
-¡Veinte dólares en cambio por favor!- gritaba una vez detrás de la otra.
Me senté en la primera fila. Rápidamente el lugar se llenó.
A mi lado se encontraba un hombre vestido de traje que me causó un malestar muy grande. Lo imaginé triste y solo, pasando nochebuena en un concierto de avant garde porque no tenía mejores planes, no porque desease realmente eso para su noche.

Había una pareja oriental del otro lado que se tomaban de la mano y una mujer embarazada. Me pregunté si era prudente que asistiese a un recital de esas características.
En mi mochila tenía un grabador Zoom 4HN que encendí delicadamente para documentar el recital de manera ilegal y clandestina.

John Zorn apareció en escena junto a un clarinetista y otro saxofonista. Zorn escupía, la saliva impactaba en el hombre de traje que parecía deprimido y sin ganas de estar ahí. Luego fue el turno de dos guitarristas y una pianista que tocaba las cuerdas del piano de cola con las manos.
Después vino Ikue Mori que fue baterista del trío No Wave DNA. Tocó la batería de manera rudimentaria y un guitarrista imitaba a Fred Frith pasando cordeles entre las cuerdas. El clarinetista hacía ruidos agudos y con sonido a madera.

Después apareció en escena el baterista de Yeah Yeah Yeahs que se dedicó a romper unos cartones y a golpearlos con las manos y con palillos de batería. Mientras el hacía eso Ikue Mori intentaba sacarle texturas a la batería y un guitarrista generaba paisajes sonoros con su instrumento y unos cuantos pedales de efecto.
Finalmente Todos los músicos aparecieron en escena y Zorn anunció que tenía dos invitados. Apareció Marc Ribot y Thurston Moore. Thurston Moore era muy alto y tenía una camisa celeste con un pin de no me acuerdo qué.
Sacó una Fender Jazzmaster llena de stickers y la conectó a un amplificador Peavy. Entre ambos equipos había un Whammy y una distorsión Pro Co Rat y un Delay de Line 6.

La guitarra por alguna razón no andaba y tuvo que buscar otros cables y tampoco andaban entonces cambió de amplificador a un Fender Hot Rod. El rey de la guitarra ruidosa no podía enchufar las cosas y nada le andaba y fue muy gracioso.
Ribot tenía una Epiphone Casino, un trémolo y un reverb y los enchufo a un Roland Jazz Chorus y no tuvo problemas.
Al terminar el recital me acerqué a Moore y le pregunté si podía tomarle una foto y me dijo que sí. Me fui contento a Pret a Manger a festejar el día tomando una sopa de fideos y pollo.

Volví al hostel en subte y escuché la grabación del recital. Se escuchaba perfecto pero sabía que nunca la iba a escuchar porque era un recital para ver. Pero como recuerdo me parecía interesante.
Volvió a mi mente el hombre de traje que parecía no querer estar en el recital de John Zorn. Me pregunté si formaba parte de La Orden. Intuí que estaba ahí para controlarme, como una señal que me dijese: “Sabemos donde estás”.

Me aterré pero después me olvidé y después me volví a acordar cuando anunciaron por parlantes que el subte se detendría por un inexplicable corte de luz en todas las estaciones. Eran ellos, era obvio.
Salí a la calle y la ciudad parecía otra, una verdadera ciudad-trampa. La gente se encontraba en las veredas, charlaban y fumaban. Alumbraban con unas linternas de led muy poderosas. Nadie usaba velas y eso me asombró.
Hacía frío para estar en la calle.

Ingresé al hostel y esperé a que mis ojos se acostumbraran a la oscuridad para subir las escaleras. Los peldaños crujían como si fuesen los motores preparados de las motos de los Hells Angels.