martes, 30 de noviembre de 2010

EL JUEVES LEO GRATIS

Grati$ para vos
desde las 23.00 hs. PEDIR DIRE POR MAIL A arielpukacz@gmail.com

Lleguen tempranito! que tipo 1 arranca la poesía de la mano de


Ariel Pukacz
http://www.cuentosverdes.blogspot.com/

Chanelle Noirhttp://diariodeunap.com.ar/

Enzo Plaga
http://www.temporadaplaga.blogspot.com/

Moris
musicademaurooris.blogspot.com

poesiademaurooris.blogspot.com

João Moojen /from brazzzil/

Kabán
http://rompoel-loop-conestebeat.blogspot.com/

Felipe Saez Riquelme / from Chile /

Ioshua Cumbiagei
http://www.pijabirrafaso.blogspot.com/

Malgosia Ludwig
http://comoescupitajosenlacara.blogspot.com/

y quien se cope, hay microfono abierto!



Tocan en vivo

Marselo
http://www.purevolume.com/marselo

Tryfex + kwk


It´s all happening
www.myspace.com/8itsallhappening8

El pistolero Garcíahttp://www.myspace.com/elpistolerogarcia




Fotos!

Austria y Soler
http://www.austriaysoler.tumblr.com/

Vomitito
♥ Oveja Psicodélica
http://www.ovejapsicodelica.blogspot.com/

Klaus
http://www.flickr.com/pupilasgustativas

Suicidio en masa de cualidades superyóicas contraproducentes / ortivez general/ delirios/se regala antídoto para el exceso de inflamación de tumor no tan beningo en el sector del chakra E.G.O
= ♥Amor♥
(del posta)

lunes, 15 de noviembre de 2010

EL MIERCOLES LEO




PAPELES BLANCOS-CICLO DE POESÍA
MIERCOLES 17 DE NOVIEMBRE EN LA RATONERA CULTURAL (Av. CORRIENTES 5552) DESDE LAS 21.30.

LEEN:
ARIEL PUKACZ
MARTÍN SANCHEZ
DANIEL OBLITAS
PIPO LERNOUD

Música:
LA TIROLESA

VALOR DE LA ENTRADA: 10$

jueves, 4 de noviembre de 2010

Página 6 a 8

Despertó temprano en la mañana, serían las ocho, miró la habitación y era más horrible de lo que la podría haber imaginado, pero el sol profundo la iluminaba y encantaba un poco.

Todas las camas estaban vacías, abandonadas y sin hacer. Se asomó al pasillo y Aga no estaba y nadie había en su lugar. Sacó de su mochila su cepillo de dientes y los lavó en el baño que hasta ese entonces no conocía. Los azulejos eran azul oscuro y pendía de un desprolijo cable, una bombilla en el techo. La frescura en su boca hizo que se despertara un poco más y abandone ese horrible lugar.

La calle estaba húmeda y él se encontraba lejos de todo o aunque sea así lo sentía porque no conocía el nombre de ninguna calle de ningún rincón, de nada en esa ciudad nueva. Le atemorizaba, no porque fuera en verdad siniestra sino porque era nueva, nueva para él y no sabía que esperar de un lugar desconocido. Era tan remota como el África o Marte.

Era domingo y estaba nublado, una neblina acariciaba el suelo como rezago de una profunda lluvia en la que no se había visto involucrado.
Marín escaló las pesadas calles de adoquines, los autos no pasaban y el único ruido que escuchaba a lo largo de la primera cuadra fue el de un cartel oxidado que colgaba de un local y se movía lentamente como el péndulo de un hipnotizador. Caminó el barrio, perdiéndose por todos lados hasta llegar a un extraño pasaje en el que se sumergió sin pensarlo, sin saber cuan peligrosa o arriesgada era su decisión.

Las paredes terminaban en un frondoso alambre de púas que lo hizo sentir en un campo de concentración. Los ladrillos a la vista parecían venirse encima de él y los graffitis que contaminaban las paredes maltrechas no decían nada interesante, frases a favor de la marihuana y un buen dibujo de Van Gogh fumando.

El ruido de los colectivos, cientos de colectivos tirando un humo negro que tardaba varios segundos en desaparecer mientras el percutido sonido de los miles de zapatos y de miles de charlas por celular y de miles de accidentes y de ambulancias lo inquietaban y confundían. Un desorden abyecto al que no estaba acostumbrado lo abrazó y tironeó de él, sintió que me desmembraría o que le explotaría la cabeza si no avanzaba y dejaba o intentaba dejar, el ruido y movimiento atrás.

Caminó hasta llegar a San Martín y avanzó derecho hasta toparse con otro pasaje donde dos viejas prostitutas esperaban sin ningún tipo de ansiedad, clientes. Charlaban entre ellas y no llegaban a llamar la atención. Estaban vestidas de civil pero sus operados pechos y cirugías en sus caras mutiladas las delataban como viejas conocedoras del oficio más viejo del mundo.
Frente a ellas, cruzando la calle se encontraba un salón de toda una cuadra, el cartel de neón destruido decía Harrods. Marín cruzó y apoyó su mano sobre el sucio y opaco vidrio para ver hacia adentro. Un gastado suelo de madera e imponentes columnas era el único paisaje del lugar pelado y vacío. Siguió mi camino hasta toparse nuevamente a la Plaza San Martín. De nuevo en Avenida del Libertador, sintió que su circuito por Buenos Aires se reduciría a un perímetro de diez cuadras así que decidió ir más allá y atravesó la plaza y atrás quedaron sus vagabundos y granaderos que cuidaban la bandera a media asta en el monumento de los caídos de la guerra de Malvinas. También los empresarios y vendedores, motoqueros y taxistas quedaron atrás. Marín avanzó y cruzó con el semáforo en verde, esquivando autos. Subió de nuevo a Libertador y caminó derecho hasta la flor metálica.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

EL JUEVES LEO

Leo yo y otra gente, toca un gran grupo llamado Bosques o otros que nunca escuché.
Si quieren ir manden mail a: Arielpukacz@gmail.com

Beso
a.-

lunes, 1 de noviembre de 2010

Página 3 a 6

Subió la dura y empinada escalera arrastrando la valija por los peldaños, al subir corroboró que su equipaje estaba destruido. El lugar estaba en completa oscuridad, no sabía por donde comenzar a buscar el interruptor de la luz. Se chocó con lo que parecían ser bicicletas y luego con lo que sintió en sus rodillas como un taburete.
El ruido hizo que alguien se levantara y prendiera la luz.

Una chica morocha, bastante alta se apareció vestida con unos cortos shorts amarillos y una remera de manga larga negra gastada, llevaba una estampa tan lavada que apenas se entendía que era el rostro de un anciano.

Él no pudo comprender el color de sus ojos porque los tenía muy cerrados, como un topo. La luz se los estaba haciendo arder a ambos, de todos modos se quedaron un rato observándose en silencio. Podría haberla violado si hubiese querido, pero claramente él no era eso. Le resultó extraño que dejaran la puerta del hostel abierta, podía entrar cualquiera, como había hecho él. Pero él no era cualquiera, era un huésped, pero ella no sabía quien era, era un cualquiera todavía. Podría haber robado el hostel, abusado de ella y seguir siendo un cualquiera, pero prefirió ser él. Comenzar siendo él en Buenos Aires.

-¿Quién sos?- preguntó.
-Marin- respondió y dejó de ser un cualquiera.
-¿Quién?- volvió a preguntar y se acercó unos pocos pasos, como entrando en confianza.
-Marin, reservé una habitación acá, creo.
-Una cama, las habitaciones son compartidas. Según tu reserva pediste un lugar en una habitación de ocho personas.

Un lugar- pensó- estaba pagando por un lugar.
-El check in era hasta las nueve de la noche, son las doce pero no te voy a dejar en la calle.
-Gracias.- dijo Marín, mirándose los gastados borceguíes azules, prestados.- Marin- volvió a decir.
-Sí, sí escuché. Te tengo que cobrar un punitorio por llegar luego del check-in.
-Está bien- dije y sacó de su mochila el bolso con su documentación y dinero.
-Aga- dijo y sacó de debajo del mostrador una sábana y una frazada. No le cobró.
-¿Aga?
-Es mi nombre- respondió seca- podés dejar tus valijas acá para no despertar a los demás huéspedes. Tu habitación es la ocho.- Le dio la llave, que estaba atada a un piolín y a una chapita pintada de azul con esmalte sintético y un ocho pintado torpemente con corrector blanco.

-Gracias- dijo Marín desconcertado pero no escuchó porque ya había vuelto a su habitación, al fondo de un largo y oscuro pasillo. Regresó y apagó la luz.

Nuevamente abrazó la oscuridad e intentó sumergirse sin hacer ruido en la habitación llena de desconocidos, pero la suela mojada de sus borceguíes delataba su presencia.
Marín se dio cuenta de que Aga no le había indicado cual era su cama pero por fortuna la primera que pudo ver cuando la vista se le acostumbró a la oscuridad, estaba vacía.

Se tapó como pudo con la sábana y frazada e intentó dormir vestido. Una angustia comenzó a perforarlo desde adentro hacia fuera. Una especie de pánico. Una sensación de encierro y soledad. Asfixia y claustrofobia, de estar a oscuras, recostado en una cama de cualquier lugar de Buenos Aires, solo.

Marín se puso a pensar que nunca fue de tener muchos amigos. Podía pasarse días enteros sin hablar con nadie pero nunca se había sentido solo hasta ese momento, en que estaba lejos de todo y todo lo que lo rodeaba era ajeno y distante. Estaba lejos de todo lo que yo conocía y dominaba. Le emocionaba la idea de comenzar de nuevo en otro lugar pero a la vez empezar era enfrentarse a lo desconocido, sentirse desestabilizado y vulnerable ante cualquier situación.

Pudo visualizar a la luna, lejos, entrando por la ventana e iluminando miserablemente el ambiente que no comprendía.
Los ronquidos de sus nuevos compañeros de vida lo desconcentraban, el sonido de algún auto anónimo y los tacones lejanos de alguna mujer que apretaba el paso por miedo, eran la banda sonora de la noche.

Se masturbó sin hacer ruido para aflojarse y poder dormir.