sábado, 6 de abril de 2013

MANHUNT VIII


Necesitaba estar solo y caminar por la ciudad. Llegué a lo que solía ser el CBGB´s, ahora era una tienda de ropa muy cara a la que no quise entrar. Me sentí mal, algo había muerto. Me preguntaba porqué el Chelsea Hotel sí era un lugar reconocido por la ciudad como patrimonio histórico y ese bar no lo había sido. Pasé por el New Museum pero no estaba con ánimo como para entrar.
Faltaba una semana para que fuese el fin del mundo o algo así por lo que me propuse a aprovechar lo más que podía la ciudad, porque por ahí mis últimos días de vida eran en ella y quería irme del mundo lo más contento que pudiese.

Caminé hasta lo que era el C Squat, pasé por el mural de Joe Strummer pero no me detuve porque nunca fui muy fan de The Clash y di vueltas por una plaza que parecía peligrosa pero había muchos juegos infantiles y muchos chicos jugando. El C Squat ahora era un museo dedicado a la ocupación de espacios públicos o algo así.
Por suerte seguía colgando el cartel que había visto tantas veces en fotos en Internet: “Esta tierra es nuestra. No está a la venta”.
Parecía ser una tienda hipster del SOHO, vendían remeras y bolsos y fanzines. Había un mostrador en el que había varios voluntarios hablando entre ellos. Estaba muy lejos de lo que esperaba encontrar pero el museo seguía hacia abajo donde había una muestra fotográfica y un documental de una calidad técnica muy pobre filmado en VHS que se repetía una y otra vez. Ahí abajo había un punk crust con un perro y un par de viejos vestidos de traje que parecían haber sido squatters artistas que estaban en su adultez y venían a recordar viejas épocas de cuando eran pobres o al menos, más pobres.

Hacia al fondo había un salón descuidado y oscuro atiborrado de gente. Era una conferencia que estaba dando un ilustrador de la revista The New Yorker sobre sus días como okupa y sobre como era toda esa zona en esa época, durante los años ochentas.
Extrañamente casi no había punks, sino gente con sweaters con cuello de tortuga y cochecitos con bebés.
Una mujer regalaba bolsas con pochoclo que acepté esperando que tuviesen ácido pero solamente tenían sal.
Apenas se podía ver o escuchar por lo que me puse a ver unos afiches que había con ilustraciones de las personas que habían vivido allí y sus historias narradas en primera persona. Eran todas historias tristes e increíbles, admiré a cada una de las personas que leí. Uno era un anciano (Había nacido en 1935) y en su juventud había convivido con Allen Ginsberg y Jack Kerouac, lo que me pareció muy sorprendente y a la vez triste. Triste porque me era un mundo ajeno y lejano.
Subí al infoshop y le pregunté a uno de los voluntarios si había forma de visitar el resto del edificio y me dijo que no, porque son viviendas, que el C Squat ya no funcionaba como centro cultural, ya no se hacían recitales y la famosa rampa de skate estaba desarmada.

Bajé hasta la Plaza Cultural y avancé por la Avenida C hasta llegar por puta casualidad a la calle Rivington y toparme con el ABC NO RIO. Había unos punks en la puerta y me acerqué para ver que pasaba. Había un recital, una de las famosas hardcore matinees de los sábados. El encargado de cobrar la entrada era un hombre que tenía un gorro de lana con un parche de GBH y una campera de aviador. Se llamaba Miguel y que era de Honduras y que tenía una banda llamada Tegucigalpa. Hacía frío en la calle pero a nadie parecía importarle. Una chica con una cresta violeta intentaba hacer malabares con dos botellas de cerveza. Caían al suelo y hacían un sonido amenazador pero no se quebraban. Otro chico de cresta contaba sobre una pelea que había tenido en Long Island la noche anterior y como dos policías lo revisaron sin encontrar ninguna droga porque él no se drogaba.
Miguel me contó que el había venido de Honduras en 1985 y que en ese entonces el Lower East Side y el Alphabet City eran barrios peligrosos pero que a él no le quitaban el sueño porque en Honduras todo era más complicado.
-Hubo veces en las que tuve que bajar con un bate de béisbol porque vendedores de crack se querían meter en el edificio. Nosotros siempre estuvimos en contra de esas cosas. Eran épocas duras, vendían drogas en todos lados y todos los edificios estaban vacíos y los ocupábamos y después nos mudábamos. Todos nos conocíamos y nadie tenía pertenencias y había muchas bandas y muchos recitales. Después vino Gulliani y simplemente movió el crimen de lugar, esas personas no dejaron de existir. Lo único que logró es que la ciudad sea cada vez más imposible de pagar, imposible de existir y que sus habitantes artistas se tuviesen que ir cada vez más lejos, al igual que los criminales que encerró y echó.
Yo esperaba con frío a su lado a que fuese la hora para que el recital comenzara. Los turistas pasaban por la puerta y tomaban fotos y los punks posaban de manera agresiva y les pedían una moneda.
Una chica bajó una escalera y le preguntó a Miguel quien había sido el último en utilizar el baño, estaba tapado y no se podía usar. Miguel dijo que probablemente había sido su culpa por haber tirado un preservativo usado en el inodoro, que después se encargaría.

Miguel trabajaba como cocinero en un restaurante.
-Trabajo en un lugar al que no puedo ir como cliente, no me pagan lo suficiente como para poder comer ahí, es al revés del fordismo lo que hacen. Lo bueno es que manejo mis horarios, ahora trabajo solamente tres días a la semana pero doce horas cada vez.
Apareció un muchacho con una campera de aviador y pantalones militares y borceguíes. Todos se quedaron en silencio. Tenía la mejilla perforada y abierta del tamaño de una pelota de tenis, se veían sus dientes y encías.
-Hoga- dijo.
-Son siete dólares- le dijo Miguel sin mirarlo a los ojos.
El muchacho pagó y fue para adentro del ABC No Rio.
-Ese muchacho esta bien loco. Hace tres años que no aparece por acá, estuvo en Irak.
-¿Eso se lo hizo en Irak?
-No, su novia lo engañó y el la descubrió en un recital en el Knitting Factory en Brooklyn. Ahí mismo se quiso suicidar y le erró y quedó deformado. Cruzó el puente de Brooklyn así, como un zombie, lleno de sangre. No tenía seguro médico y quería curárselo él mismo. Finalmente la cara le cicatrizó y quedó deforme.
-¿Y por qué todos se callaron cuando apareció?
-Porque estuvo en Irak, fue a pelear a la guerra, nadie supo nada de él en tres años. No es un personaje muy querido acá.
-¿Cómo es lo del seguro medico?
-Aquí sin seguro médico no existes. Este es un país duro, no pienses que no. No todo es Time Square, Doctor Pepper y HBO. Aquí las cosas cuestan mucho si no tienes dinero. Las propiedades en los ochentas eran un regalo, ahora la gente vive cada vez más y más lejos, es imposible afrontar los gastos de Manhattan. Es una trampa esta ciudad, la gente la llama Manhunt porque te caza. Vives en Nueva York pero sos esclavo de Nueva York en verdad. Es una ciudad glamorosa para los que tienen dinero, sino, es como cualquier otro lugar. Ser pobre es lo mismo en cualquier lado. En los ochentas aquí estaba todo abandonado, la policía no se animaba a entrar a estos barrios. Ahora los turistas caminan con las cámaras de fotos colgadas al cuello. La ciudad cambia, cambia muy rápido.
-Mierda- dije.
-Ven, vamos para adentro- me dijo Miguel y eso hicimos, fuimos a un pasillo donde había una mesa con diferentes flyers y fanzines gratuitos. Me quedé con una vieja copia de la revista Heart Attack.
-Este wacko me preocupa aquí dentro. Todos los que van a la guerra vuelven hechos unos harapos. La droga los destroza.
La gente comenzó a ingresar para el recital que estaba atrasado dos horas.
-Toman drogas sintéticas y vuelven adictos. Cuando los gringos se emborrachan o se drogan, lo hacen en serio, y ahí no hay como frenarlos, se brutalizan. Y después nosotros, los latinos somos los responsables de la droga en este país. Sumado a todo ese caos está el de La Orden del Nuevo Mundo, no se si te has enterado de eso.
-Sí.
-Es un desastre, nadie comprende lo que sucede del todo con ese movimiento, ni como funciona ni lo que plantean. Hay más gente involucrada de la que uno piensa. Personas de izquierda, de derecha, ricos pobres. Es un movimiento que no distingue nada. Existe, es. 
Un muchacho con expansores pasó por el pasillo y escuchó nuestra charla.
-Mi mamá piensa que se va a acabar el mundo, por eso me pagó todos los implantes dentales- dijo y se relamió los dientes de juguete. Tenía expansores y una remera de Warzone gastada. También una gorra de béisbol de los Cardinals. Siguió caminando hacia la salida para fumar.
Ingresamos al salón y yo esperaba que fuese un lugar semi demolido pero era un espacio muy bien iluminado y pintado de blanco. Imaginé que así debería ser el limbo de los punks cuando mueren de sobredosis o peleas o esas cosas que seguramente hacen los punks.

Había un puesto de galletas veganas de calabaza y otras con chips de chocolate. Compré una de calabaza y era muy rica. Sonaba hip hop y todos los punks cantaban las canciones de hip hop y me resultó extraño y me pregunté donde mierda estaba.
Apareció la primera banda en escena. Eran solamente dos. Un chico que tocaba el bajo y tenía una camisa escocesa y parecía ser un integrante de Green River y un chico en guitarra que tenía una camisa negra metida dentro del pantalón (un pantalón color marrón claro de oficina) y que estaba peinado con raya al medio. Un nerd.
Encendieron un iPod en el que tenían grabadas baterías y tocaron el grindcore más técnico del mundo, con mucha influencia de math rock y post hardcore. Los temas duraban muy poco y eran alucinantemente complejos.
Había un chico oriental con una remera de Terrorizer. También había un chico con rasgos orientales que bailaba como lo hacen los Straight Edge y se armó un circulo a su alrededor, tenía una remera de Vegan Records y me asombró muchísimo.
Cuando la banda terminó le dije:
-Hey, tu remera es de un sello de donde yo vengo.
-¡Guau! Me la trajo mi novia de un viaje, mi nombre es Harrison.
-Ariel
-El es Jorge, tenemos una banda juntos, él toca la guitarra y yo canto, nos llamamos XPASSAGEX.
Ellos estaban acompañados de otro muchacho que tenía una campera de cuero con atrás un parche de una AK-47 con la inscripción KILL YOUR LOCAL DRUG DEALER.

En un rincón se encontraba el muchacho que había vuelto de Irak. Estaba sólo, apoyado contra la pared. Tenía un babero en el cuello y bebía te helado que se le escapaba por su mejilla perforada.
La siguiente banda era de New jersey y hacían un hardcore muy aburrido al estilo de Chain of Strenght o Bane.  Los chicos bailaban y se empujaban. Los punks crust se sumaron a la danza violenta y yo me quedé a un costado, mirando toda la situación con cierto asombro.
Al terminar esa otra banda comenzó una de Islandia. Hacían grindcore en su estado más puro. El guitarrista esgrimía una guitarra Fender Jaguar, un instrumento no del todo bien visto para ese género. Él lucía como un modelo de alguna marca famosa y cara, era alto y rubio y estaba muy bien vestido. Su apariencia no tenía nada que ver con la música demencial que ejecutaba.
Los chicos volvieron a bailar con brutalidad, el recital fue extremadamente corto.
La chica de cresta violeta estaba traspirada y su peinado se había desarmado.

Finalmente apareció la ex cantante de Mùm, vestía un jardinero roto y estaba sin zapatillas. Enchufó un reverb y un whammy a una guitarra acústica y a un mixer. Ella cantaba y movía las perillas con los dedos de los pies para variar la sensibilidad de los efectos. Los sonidos empezaron a yuxtaponerse hasta generar un clima tántrico.
Quedaban solo ocho personas en el lugar para ese entonces.
Ya era de noche. Me quedé con Harrison y Jorge y su otro amigo que nunca supe el nombre, en la calle, andando en skate.
Me contaron historias sobre los recitales hardcore en New York, sobre los diferentes estilos y actitudes entre los barrios.
-En Bronx bailamos violento- contó Jorge- en Queens son más flojos.
Nos quedamos patinando en la calle hasta que ellos se volvieron para Bronx a festejar Nochebuena con sus familias. Quedamos en contacto para ir a pasear otro día por la ciudad. Yo aproveché la cercanía para ir a ver a John Zorn que se presentaba en su propio bar.

Era el segundo en la fila, en verdad el quinto pero las cuatro primeras personas estaban juntas.
Hacía frío y a los pocos minutos un hombre gordo salió a la calle y comenzó a cobrar las entradas.
-¡Veinte dólares en cambio por favor!- gritaba una vez detrás de la otra.
Me senté en la primera fila. Rápidamente el lugar se llenó.
A mi lado se encontraba un hombre vestido de traje que me causó un malestar muy grande. Lo imaginé triste y solo, pasando nochebuena en un concierto de avant garde porque no tenía mejores planes, no porque desease realmente eso para su noche.

Había una pareja oriental del otro lado que se tomaban de la mano y una mujer embarazada. Me pregunté si era prudente que asistiese a un recital de esas características.
En mi mochila tenía un grabador Zoom 4HN que encendí delicadamente para documentar el recital de manera ilegal y clandestina.

John Zorn apareció en escena junto a un clarinetista y otro saxofonista. Zorn escupía, la saliva impactaba en el hombre de traje que parecía deprimido y sin ganas de estar ahí. Luego fue el turno de dos guitarristas y una pianista que tocaba las cuerdas del piano de cola con las manos.
Después vino Ikue Mori que fue baterista del trío No Wave DNA. Tocó la batería de manera rudimentaria y un guitarrista imitaba a Fred Frith pasando cordeles entre las cuerdas. El clarinetista hacía ruidos agudos y con sonido a madera.

Después apareció en escena el baterista de Yeah Yeah Yeahs que se dedicó a romper unos cartones y a golpearlos con las manos y con palillos de batería. Mientras el hacía eso Ikue Mori intentaba sacarle texturas a la batería y un guitarrista generaba paisajes sonoros con su instrumento y unos cuantos pedales de efecto.
Finalmente Todos los músicos aparecieron en escena y Zorn anunció que tenía dos invitados. Apareció Marc Ribot y Thurston Moore. Thurston Moore era muy alto y tenía una camisa celeste con un pin de no me acuerdo qué.
Sacó una Fender Jazzmaster llena de stickers y la conectó a un amplificador Peavy. Entre ambos equipos había un Whammy y una distorsión Pro Co Rat y un Delay de Line 6.

La guitarra por alguna razón no andaba y tuvo que buscar otros cables y tampoco andaban entonces cambió de amplificador a un Fender Hot Rod. El rey de la guitarra ruidosa no podía enchufar las cosas y nada le andaba y fue muy gracioso.
Ribot tenía una Epiphone Casino, un trémolo y un reverb y los enchufo a un Roland Jazz Chorus y no tuvo problemas.
Al terminar el recital me acerqué a Moore y le pregunté si podía tomarle una foto y me dijo que sí. Me fui contento a Pret a Manger a festejar el día tomando una sopa de fideos y pollo.

Volví al hostel en subte y escuché la grabación del recital. Se escuchaba perfecto pero sabía que nunca la iba a escuchar porque era un recital para ver. Pero como recuerdo me parecía interesante.
Volvió a mi mente el hombre de traje que parecía no querer estar en el recital de John Zorn. Me pregunté si formaba parte de La Orden. Intuí que estaba ahí para controlarme, como una señal que me dijese: “Sabemos donde estás”.

Me aterré pero después me olvidé y después me volví a acordar cuando anunciaron por parlantes que el subte se detendría por un inexplicable corte de luz en todas las estaciones. Eran ellos, era obvio.
Salí a la calle y la ciudad parecía otra, una verdadera ciudad-trampa. La gente se encontraba en las veredas, charlaban y fumaban. Alumbraban con unas linternas de led muy poderosas. Nadie usaba velas y eso me asombró.
Hacía frío para estar en la calle.

Ingresé al hostel y esperé a que mis ojos se acostumbraran a la oscuridad para subir las escaleras. Los peldaños crujían como si fuesen los motores preparados de las motos de los Hells Angels.

martes, 26 de marzo de 2013

MANHUNT VII


Caminamos por la rambla y sacamos fotos de los juegos apagados del parque de diversiones. Había una cara diabólica de colores llamada Tillie y también una rueda de la fortuna. Una estructura para saltar de una especie de Bungee Jumping y una montaña rusa nada provocadora. Caminamos por ahí contra el viento y el frío y llegamos al acuario que estaba cerrado y parecía que en otra época había sido interesante pero ya no. También había una playa a la que no fuimos. Había gaviotas. Todos los locales estaban cerrados y parecían los decorados de una película de Hitchcock o hechos a medida para decorar las falsas calles de Disney World.
Todo estaba destruido por el Huracán Sandy. Era un asco, fragmentos de madera por todos lados, como si una bomba hubiese estallado todo. La playa estaba llena de fragmentos de cosas.
Coney Island era el rezago de lo que una vez había sido, se notaba que en una época todas las personas se juntaban ahí a festejar y a divertirse como en las películas, pero ya no, no en invierno al menos. Era un lugar lúgubre y sin nada, sin sonidos más que el del viento y las gaviotas que se quejaban. Era un lugar huérfano y alejado en el que nada parecía pasar. Era como la ceniza de un fuego, quedaba algo horrible de lo que había sido algo cálido y atractivo, con movimiento.
En la calle no había nadie, apenas unas personas dispersas que parecían zombies. Eran en su mayoría rusos.
-Esto es una mierda- dijo Buddy Holly abrazándose a sí mismo por el frío.
-Yo me voy- dijo Josh.
Estábamos parados junto a un bar que se encontraba cerrado, era al lado de un taller mecánico que también tenía la persiana baja. El bar parecía ser una fábrica de cervezas, era un edificio grande de ladrillos en una esquina y tenía una pintura en una de sus paredes que estaba gastada por la erosión y el paso del tiempo. Una gaviota pasó y su graznido pareció haber sido hecho en esperanto. Al mismo tiempo que el pájaro se posaba en un cartel de neón muerto, un portón de la fábrica supuestamente abandonada se abría.
-Los esperábamos a ustedes dos solos- dijo un hombre vestido como en la época victoriana, señalándome a mí y a Josh- pero no importa, pasen todos.
La fábrica parecía muy grande y sólo una parte estaba iluminada con tubos de tungsteno que la hacían lucir deprimente y delicadamente húmeda.
Había unas veinticinco sillas plegables, casi todas estaban ocupadas por personas vestidas como en la época victoriana o con estética steampunk. Todos tenían sombreros diferentes. El que más se repetía era el bombín.
-No traen sombrero- nos gruñó el hombre que nos hizo pasar.
Nos sentamos en silencio, uno al lado del otro. Por alguna razón me tocó nuevamente al lado de Mimi y Peggy Sue estaba encima de Buddy Holly que era el que estaba vestido más acorde a la situación, aunque Josh no desencajaba mucho.
-Tenemos invitados- dijo un hombre que estaba parado en el medio del foco de luz en una tarima. Tenía un bigote largo y enrulado.
-Calculo que saben porqué están acá.
-No- dijo Josh desganado y aburrido y prendió un cigarrillo y sonó sus dedos que hicieron un sonido similar al de un corcho saliendo con violencia de una botella de sidra de 1995.
-Ustedes son los que lograron descifrar nuestro código e ingresar. Deberían saber porqué están acá. Están acá porque deben estar acá. Merecen estar acá.
-Mierda, esto es casi tan cool como las modalidades ridículas que tiene Google para elegir su personal mediante cuentas imposibles de hacer que publica en diarios y en anuncios en las rutas.
-Exacto, pero el nuestro no dice nada referido a ninguna empresa. Es un código escrito al azar en diversos puntos de la ciudad. El azar hace que alguien pase y lo perciba y lo anote y lo descifre y se ponga en contacto con nosotros. Para muchas otras personas lo que ven es tan sólo un graffiti más en New York. Es el tercer código que se logra activar, hay cuarenta.
-¿Qué pasa cuando se activa?
-Una bomba se activa.
-¿Cómo que una bomba?
-Sí, una bomba.
-…
-Pasadas las treinta y seis horas, en un punto aleatorio va a suceder algo. Ni nosotros sabemos qué. Hay cuarenta sorpresas-bomba, una para cada código pero se relacionan entre sí de manera azarosa. No sabemos cual estallará cuando.
-Mierda.
-Ustedes sabían en lo que se metían cuando desencriptaron el código.
-¿Cómo mierda es que nos reconocieron?- pregunté.
-Cuando ingresaron el código se activó instantáneamente la cámara de la computadora y pudimos verlos. Muy arriesgado de todas maneras que hiciesen todo desde un Apple Store.
-¿Cómo supieron que íbamos a venir hasta Coney Island?
-Estás haciendo preguntas que no son las importantes- respondió seco el hombre de los bigotes graciosos.
-Pero ustedes esperaban que viniésemos con sombreros, así que hay algo que no cierra.
-Estás haciendo preguntas que no son las importantes.
Me tembló la espalda y las manos me transpiraban. Estaba nervioso y tenía calor. Me acordé que llevaba puesta una remera nueva de The Germs que no quería que se me gastase tan rápido.
Me pareció la situación más ridícula del mundo y me dio risa, un ataque de risa que nadie esperaba y desconcerté a todos: a los miembros de la secta y también a mis amigos. Todos quedaron en un elegante silencio esperando a que yo pudiese calmarme. El silencio prosiguió una vez que me logré contener, como si todos esperasen que dijese algo interesante, pero no tenía nada para decir.
-Perdón, me tenté- dije.
-En un principio éramos la Sociedad del Sombrero. Seguimos existiendo.
-¿Tienen algo que ver con La Sociedad del Sombrero Rojo?[1]- interrumpí.
-No…
-¿Y con el club de barbas?[2]- pregunté.
-Callen a ese- dijo el hombre del bigote ridículo y me pegaron con una corbata que tenía en la punta un ladrillo atado. No me dejó inconciente pero me dolió y comprendí que tenía que callarme y quedarme con las dudas, como me sucedía en el colegio primario para que no me burlasen cuando no entendía algo.
Quería saber si habían robado la idea de La Subasta del lote 49 de Thomas Pynchon pero no me animé a preguntar.
-En un principio éramos la Sociedad del Sombrero, queríamos recuperar y sostener los valores victorianos, la estética, las costumbres, el idioma. La sociedad fue fundada en



[1] La sociedad del Sombrero Rojo es un grupo de mujeres que se juntan a merendar y que visten sombreros rojos y trajes lilas. Marge Simpson forma parte en un capitulo y se ve involucrada en actividades delictivas.
[2] El Club de Barbas y bigotes es una sociedad en la que todos sus integrantes tienen barbas y bigotes con formas raras y longitudes extremadamente ridículas. Es como una fraternidad o algo así.

1945, cuando terminó la Guerra y Coney Island lentamente iba siendo olvidada y servía como refugio para nuestras parrandas. Su fundador fue Stephen O`Malley.
-El integrante del grupo Sunn O)))- pensé, pero era obvio que no se trataba de él porque en ese entonces no había ni nacido.
-En 1968 hubo un nuevo miembro que estuvo unos pocos meses en la sociedad. Era un muchacho de Chicago que nos introdujo las ideas de Paul Lafargue y Henry David Thoreau entre otros pensadores. Fue muy respetado rápidamente entre los integrantes, pero al tiempo, abruptamente, se marchó sin dejar rastros. Años después, su figura cobraría notoriedad mediática y nos inspiraría nuevamente a ser lo que somos hoy en día. Ese hombre fue Theodore Kaczynski.
-El Unabomber- grité y me golpearon de nuevo, aproveché el momento para preguntar si la Sociedad había robado la idea de la novela La Subasta del lote 49 de Thomas Pynchon y si el fundador tenía algo que ver con el integrante del grupo de Drone Doom Metal Sunn O)) que se llaman así por una marca de amplificadores pero que se pronuncia simplemente Sunn, casi en respuesta a la banda fundadora del género, Earth que a su vez se llama así en honor a Black Sabbath ya que ese había sido su primer nombre. Volvieron a golpearme.
-Con el tiempo fuimos adoptando diversas metodologías para sumar miembros, nuestra ideología fue mutando, enriqueciéndose, cada vez generamos más y más conciencia. Ya no éramos un grupo de hombres amantes de la moda, éramos hombres y mujeres queriendo cambiar las cosas pero sin descuidar la vestimenta. Con el tiempo cambió el nombre del movimiento, pero la Sociedad de los Sombreros siguió existiendo como una célula.
-Ustedes han sido seleccionados para ser parte de esto. Bienvenidos. Pronto estaremos en contacto nuevamente con ustedes. Pero ahora tenemos que continuar con lo que hoy hemos empezado y que ustedes no comprenderían todavía. Ya habrá tiempo, pronto, para que se adapten.
Me detuve a mirar a las mujeres que integraban el grupo. Estaba aquella mujer que había visto en el subte que parecía salida de El Pueblo de los Malditos.
La imaginé teniendo arcadas mientras succionaba un pene, con el maquillaje corrido y un poco sufriendo pero un poco caliente por eso mismo y pasándola bien. Fuimos a comer a Nathan´s.
Josh pidió un cangrejo frito que parecía muy extremo. Lo que pedimos el resto no tiene verdadera importancia pero a ninguno le gustó del todo. Yo prefería los panchos de King Papaya.
-Que carajo- dijo Josh.
-¿En que mierda nos metieron?- dijo Buddy Holly- seguramente el inútil de Mr. Momo tiene algo que ver con eso.
Mimi hacía la vertical y practicaba kung fu.
-No sé, veamos que pasa. Que gran ciudad New York- dijo Josh con indiferencia. Rompió la pinza del cangrejo con sus manos que parecían las garras de un oso embalsamado o de los que aparecen en la película Grizzly Bear de Werner Herzog.
-Estoy un poco asuztado- dije.
-Se dice asustado- me corrigió Josh.
-Se dice matate, amigo[3]- respondí.
Peggy Sue miraba la nada y parecía asustada, me gustaba que lo estuviese porque de esa manera no fastidiaba ni criticaba a nadie.
Mimi daba mortales para atrás.
Las empleadas del negocio nos miraban con desprecio y parecían aburridas. Prendieron una radio y sonaba una canción de Eric Clapton de la década del ochenta, por lo tanto malísima.
Mimi hacía planking[4].
Volvimos a Manhattan.



[3] Amigo lo dije en español pese a que el texto está en español hablé todo el tiempo en inglés.
[4] Según Wikipedia: “El planking, término en inglés que se traduce como «hacerse la tabla», es una práctica que consiste en estar tumbado boca abajo en un sitio inusual”.

miércoles, 20 de marzo de 2013

MANHUNT VI


Subí a la habitación para cambiarme. Kesuke jugaba con una PSP. En su cama había una guía de New York en japonés. Fue entonces que recordé un libro que había comprado que estaba en japonés, era de fotos muy extrañas.
-Kesuke ¿Me ayudarías a traducir un poco un libro que está en japonés?- le pregunté mientras buscaba una camisa en mi valija.
-Sí, claro- dijo y apagó la consola de videojuegos. Abrió una lata de jugo de uva y la bebió de un trago.

Le pasé el libro y luego de analizarlo con detenimiento durante un rato me dijo lo siguiente: “Bienvenido al oculto Japón, a lo que ni siquiera habitantes sus conocen de su tierra. Este libro muestra el lado secreto y lujuria del país, principiomente de la ciudad de Tokio. Un infierno disfrazado de neón. Atrevete a ingresar a este sitio aunque por ahí no encuentres la salida”.
-Guau- dije admirado.

Kesuke miraba el libro sin comprender de qué se trataban las fotos de consoladores de Hello Kitty pegados a platos de sushi y las estatuas de Hombres de Neandertal vestidos de chicas Pin Up.
Terminé de vestirme y bostecé con fuerza estirando los brazos.
-¿Estás cansado?- me preguntó Kesuke.
-Sí, pero voy a salir igual ¿Vos vas a hacer algo?
-Sí, voy a ir a ver el Rey León- le dijo- Saqué buenos asientos.
-Genial
-En verdad saqué un solo buen asiento, porque voy solo.
-Oh

Ambos quedamos en silencio.
La canilla goteaba, parecía el sonido de las agujas de un reloj pero con más eco.
-Otro día si querés podemos ir a pasear Kesuke- le dije más por lástima que por verdadero interés.
-Oh- respondió- me gustaría.
-Tengo que irme.
-Buenas noches.

Bajé los peldaños contento. Crujían como si fuesen los dientes de un león masticando los huesos de una gacela que lleva muerta varios días bajo el sol de la Sabana.

Esto es lo que recuerdo de la fiesta:
“( 





)”

Me desperté por los escupitajos de Kesuke. Era temprano, tenía resaca. Abrí un ojo y veía todo fuera de foco. Kesuke estaba sin remera y tenía una toalla atada a su cintura.
Miré su cama y había unos afiches tirados sobre la colcha, estaban en japonés y en inglés.
-¿Qué es eso Kesuke?- pregunté con la voz agarrotada, como si una prensa apretara mi traquea. Tenía la boca pastosa y un aliento fatal.
-Son unos anuncios que encontré en el subte cuando volvía ayer de la obra. No comprendí del todo de que se tratan, parecen sacados del libro que me mostraste ayer.
Me levanté de la cama y tomé uno.
-Esto es peligroso Kesuke.
-No tengo idea de lo que es.
Son malos.
-No sé si son malos. Dicen cosas que no son malas, no es malo.

“El futuro es nuestro. De nosotros depende el cambio. Esta atento a lo que pasará pronto.
El 1 de enero de 2013 el mundo como lo conocemos llegará a su fin, por causas naturales o motivado por nuestro movimiento, la Orden del Nuevo Mundo.
El sistema económico domina a las vidas de las personas, el consumismo, la tecnología, la mala alimentación. Pretendemos destruir todo eso, volver al inicio, al hombre nómade y libre, desposeído de los objetos y los bienes materiales. El hombre libre es aquel que no tiene nada a lo que atarse, ni un trabajo, ni un hogar, ni un nombre.
Volveremos a ser hombres pero también animales, el sistema capitalista colapsará, implosionará y habrá reticencia pero es lo único que le queda al hombre para que el mundo pueda seguir existiendo.
Las medidas deberán ser drásticas para que puedan ser efectivas. No hay vuelta atrás, el fin del mundo comienza. Un mundo nuevo surgirá para el bien de todos.”

-Mierda Kesuke ¿Leíste esto? En unos días algo malo va a pasar.
-¿Crees que es algo malo? Ni sabemos que es lo que va a pasar, pero parece liberador. Las cosas van a cambiar.
-Mierda Kesuke, te hacía un conservador de pueblo pero sos peor que el Unabomber.
-Solamente me parece interesante que cambien las cosas. Yo soy de un pueblo muy pequeño en el que nada cambia nunca, no pasa nada. Venir a Estados Unidos fue sido una experiencia loca mi para. California, la playa, nunca había visto la playa. Ahora New York, una ciudad extrema, grande, una isla también. Es muy raro todo. Mi vida cambió mucha en la último tiempo. Un cambio a todos me parece correcto. Estoy aprendiendo cosas nuevos.
-Te entiendo Kesuke. Es que lo nuevo asusta. Yo pensaba poder publicar alguna novela, filmar algún documental. Vivir solo Kesuke, mierda, vivir solo. Pero si todo cambia eso no va a poder ser y serán otras cosas. Es decir, no me molesta el cambio, pero quería lograr esas cosas en este sistema, quedar mínimamente satisfecho y que después cambiara.
-Es esperar lo que queda.

Buddy Holly fumaba en la calle y estaba vestido como un Rudie Boy.
-Mierda, te estamos esperando todos, hace un frío terrible.
-Deberías abrigarte. El placer por delante de la moda.
Buddy Holly olía muy bien y su jopo parecía perfecto.
Caminamos hasta la esquina de la Séptima Avenida y ahí estaban todos reunidos, todos tenían café en sus manos.
-El desayuno del hostel es un asco- dijo Peggy Sue.
-Cigarrillos y Café, son unos hipsters, parecen salidos de una película mala de Jim Jarmusch- dije.

Avanzamos hacia el subte y yo no sabía a donde estábamos yendo.
En la estación había unos chicos raperos con un Boom Box, escuchaban rap de los ochentas. El sonido era tan primitivo que rozaba con el funk. Por ahí era hip hop y no era rap, no se cual es la diferencia.
Pregunté cual era la diferencia pero nadie tenía idea y me sentí tonto por preguntar pero a gusto por no ser un ignorante, o al menos no más ignorante que el resto de lo que ya en ese entonces, se podía considerar mi grupo de amigos.

En el vagón había un hombre de rastas y tatuajes de preso o marinero que no tenía remera y parecía que vivía en la calle. Ocupaba cuatro asientos, estaba acostado en ellos y murmuraba palabras extrañas y cada tanto gritaba. Nadie parecía realmente consternado por su presencia satánica.

Nos sentamos lo más lejos posible de él. Yo estaba junto a Mimi y ella junto a una mujer embarazada que tenía un vestido con barcos azules. Buddy Holly estaba sentado y encima de él se encontraba Peggy Sue. Josh iba parado y parecía un criminal.

Me vi reflejado en la ventana opaca del subte, mi silueta aparecía distorsionada. Fue la primera vez que pude imaginarme calvo. Lejos de aterrarme sentí calma, como si tuviese cáncer y hubiese descubierto una cura casera y secreta. Ya nada podía aterrarme, podía visualizarme a mi mismo en el peor de los estados: sin pelo. Me hizo comprender que el mayor de mis miedos estéticos no era tan grave como parecía.

-Cuando llegué al hostel entré a la habitación y había unos zapatos y una camisa y una plancha y un libro de autoayuda del publicista Paul Arden. Eso me había dejado tranquilo, mi compañero de habitación parecía un chico tranquilo. A la noche lo conocí, era un muchacho negro que acababa de llegar de la Florida y no conocía a nadie y estaba solo. No hablaba casi pero leía bastante y el tacho de basura siempre estaba lleno de comida chatarra de todo tipo, pero el era muy flaco. Se iba a ir a Queens porque le resultaba muy caro el hostel. Una mañana se fue y me quedé solo una noche y al día siguiente tuve que cambiarme de habitación porque esa tuvo una falla eléctrica; y ahí estaba Kesuke. Y ahora Kesuke está a favor de La Orden del Nuevo Mundo.

-¿Qué mierda es Kesuke?- preguntó Buddy Holly. Su voz sonaba desgarrada, como si estuviese por parir, pero eso es imposible porque es hombre. Seguramente era por el peso de su novia encima de él.
-Mi compañero de habitación.
-Sí, entendí eso, pero…no importa. Estaría bueno que los cinco estuviésemos en la misma habitación.

El viaje era largo y las estaciones en las que frenábamos eran cada vez más feas. Muchas personas bajaban y muchas otras subían. Los peinados y las ropas y los rasgos cambiaban y era interesante imaginar las vidas de esas personas que no iba a ver nunca más y de las que nada nunca sabría.
Las últimas dos personas que subieron antes de que nosotros bajásemos lucían extrañas. Ambos tenías los ojos celestes y vestían trajes negros y parecían ser una mezcla entre testigos de Jehová y los chicos de El Pueblo de los malditos.

-Miembros de La Orden- me susurró Josh al oído.
Bajamos en Coney Island. Hacía mucho frío y el viento soplaba.
-Perfecto- dijo Peggy Sue- este lugar es una mierda.
Caminamos por la Avenida Surf hasta una tienda que vendía remeras y Mimi compró una de The Warriors porque los personajes de la película son de ahí. Pensé en comprar una pero no lo hice y después me arrepentí. La tienda era como un Surf Shop pero deprimente.

martes, 19 de marzo de 2013

Manhunt V


-Esta noche estamos pensando en ir a una fiesta- me comentó Josh- es una discoteca exclusiva y cara, pero conocí a Mr. Momo, un chico ruso que maneja las relaciones públicas del lugar y nos consigue descuentos y nos evita hacer la fila.
-Bueno, vamos- dije, sin verdaderas ganas de perder plata en una discoteca a la que no iría nunca en mi vida si no fuese porque estaba de viaje.
Fuimos a comer a un bar chiquito, mientras masticábamos unos sándwich orgánicos y tomábamos una sopa de espárragos le dije a Josh:
-Esta ciudad es ridícula, es como una trampa. En cada cuadra hay algo para hacer y algo para consumir, no está bien. Es como si fuese un parque de diversiones gratuito en el que sólo comprás y gastás y te sentís bien pero un poco perdido y no entendés tu rol en todo esto ni en el mundo y te ves obligado a cuestionarte todo y no sabés que hacer de tu vida cuando el viaje se acabe y a la vez no querés irte de la isla pero sentís que te está succionando la energía y aprovechándose de vos gracias al marketing pero a la vez lo disfrutás.
Josh trago y limpió su boca con una servilleta que sostenía con sus dedos que parecían pinzas para romper las pinzas de una langosta:
-Sí, te entiendo.

Salimos del negocio y había una pintada en aerosol violeta en una pared, era una serie de símbolos raros, similares a estos:
1 8 7 7 . 2 1 0 2 . 9 2 . 0 1 . 0 2 . 9 8 4
Josh los anotó en una libreta que escondía dentro de su sobretodo.
-Es un código encriptado- me dijo- es el atbash-akak, una forma de encriptación basada en los caracteres de la tipografía Wingdings 2 del Microsoft Word. También son las indicaciones para acceder a un nivel secreto en el Ultimate Fighter para Sega Saturn, me acuerdo exactamente cada movimiento.
Fuimos obligados al Apple Store de nuevo, ingresamos a una computadora cualquiera, abrimos el explorador. La página de inicio era un sitio porno, otro: www.xvids.net

Josh ingresó al sitio TOR y puso unos códigos y desencriptó los caracteres del graffiti y logró ingresar a un sitio horrible que parecía diseñado en Microsoft Frontpage que parecía hecho para ser visto en Netscape.
El sitio tenía un contador que permitía navegar en él tan sólo diez minutos, después se cerraba.
El titular decía en Times New Roman:
LA ORDEN DEL NUEVO MUNDO!!!!
No somos una secta. No somos un club privado. No somos un movimiento. Somos todos. El mundo está cambiando y en ese cambio nos vemos involucrados todos, de una manera u de otra. Todos formamos parte de este nuevo mundo que comenzará con el fin del año 2012. Las profecías Mayas han sido malinterpretadas, el nuevo comienzo no es el 21 de diciembre, sino el 1 de enero de 2013. Todos formaremos parte de este cambio. Tenemos que prepararnos. Si estás acá es porque estás listo para prepararte.
Restaban nueve minutos.
Apretamos un botón que decía Bases y Condiciones.
-Queremos preparar a las juventudes futuras para que puedan autoabastecerse en su presente (nuestro futuro)
-Queremos desarticular la hegemonía actual del mundo.
Restaban siete minutos.
-Estamos en contra de la idea de cualquier dios que domine las mentes de las personas
-El hombre es el ser más peligroso  pero también el que puede usar su capacidad mental para hacer del mundo un lugar mejor.
-Los animales y las plantas están por encima del hombre. Sólo nuestra propia extinción permitirá que los animales y las plantas vuelvas a reinar el mundo.
-Esto es como Doce Monos- pensé- pero sin Brad Pitt. Restaban cinco minutos.
-Solo unos pocos hombres, los calificados, podrán acceder al privilegio de sobrevivir para vivir en el Nuevo Mundo. (Te encontrás dentro de ellos por haber podido acceder a este sitio).

Nuestros diez minutos de tiempo se acabaron, el sitio se cerró y volvió a la página porno.
-No se preocupen, nos están volviendo locos- nos dijo un empleado del Apple Store que pasó a nuestro lado- alguien seteó todas las computadoras y aparatos con acceso a Internet con sitios porno como página de inicio. Los quitamos y al día siguiente vuelven a aparecer. Están bajando las ventas y los clientes que visitan la tienda, es un infierno. Se dice que son los de es Nueva Orden Mundial, un grupo de geeks que juegan a los Illuminati.
Josh intentó volver a ingresar al sitio pero el código ya no funcionaba.
-No importa, ingresemos a la Deep Web y compremos drogas ilegales para que las manden al hostel.

Era domingo por lo que era noche de Pizza libre en el hostel. Nos juntamos en el comedor a comer y a tomar cervezas (también gratis) y a ver televisión (una película malísima con Jodie Foster) y a hablar sobre cualquier cosa y a planificar la noche.
Ellos querían ir a esa fiesta pero yo prefería ir a hacer otra cosa. Era 23 de Diciembre y las dos siguientes noches serían una mierda porque toda New York festejaría navidad.

Mimi quería sacarse una foto con el árbol que había en el Rockefeller Center. Yo quería hacer cualquier cosa que no fuese pagar precios ridículos por una lata de cerveza, escuchar música horrible y que no comprendo, hablar con chicas ebrias y racistas y volver solo al hostel.
Nadie se ponía de acuerdo y las porciones de pizza con pepperoni tamaño Extra Large ya estaban frías y no quedaban latas de cerveza por lo que pasar las porciones de pizza con pepperoni extra larga ya frías era imposible.
-Yo iría a Sway, ese bar donde a veces va Vincent Gallo y Chloe Sevigny y Macaulay Caulkin y pasan música de The Smiths.
-Eso es los lunes, el resto de los días ese bar es la muerte.

Jodie Foster parecía que estaba secuestrada o algo así e intentaba escapar de las ataduras de sus muñecas con movimientos torpes de cadera.
-Ah, bueno, vayamos el lunes.
-Me tienen harta con The Smiths- dijo Peggy Sue- Me tiene cansada el fanatismo desmedido hacia esa banda. Son lo mismo que The Beatles o The Rolling Stones, dioses muertos de una época que no viví. No me representan más que la viruta de un lápiz recién afilado.

Me gustó su comentario, era una banda que se seguía adorando pese a que no estaban juntos hacía casi tres décadas. Mis padres tenían más derechos a escucharlos que yo.
-Voy a ir a comprar unos packs de cervezas- dijo Buddy Holly- porque sino esta noche no va a comenzar nunca.
Buddy Holly vestía un traje gris y tenía un chaleco y un corbatín y los anteojos limpios y un jopo engominado y zapatos que la mitad eran negros y la otra mitad blancos, como si fuesen para bailar swing o tango.
Mr. Momo le mandó un mensaje de texto a Josh preguntando cuantos iríamos esa noche a la discoteca. Ya no podía escapar.

Entraron al comedor un grupo de australianos, dos chicos y dos chicas. Todos eran rubios y con las mejillas rosadas por el frío, no parecían acostumbrados a la temperatura y suspiraban y sus cuerpos estaban agitados. Las dos chicas tenían el mismo buzo de GAP rosa. Se sentaron en una mesa a nuestro lado y hablaban a un volumen ridículamente bajo, como si no quisiesen molestarnos.

Pensé en invitar a Kesuke, pero era solamente por lastima para que no se quedara solo. Sabía que no iba a venir aunque lo invitase, por eso no lo hice.
Jodie Foster se besaba con un actor desconocido.
Josh se arremangó la camisa y tenía un tatuaje de un ancla que parecía ser un dibujo del Siglo XIX, con detalles y sombras.

-No entiendo los tatuajes- dije, por decir algo y evitar el silencio.
-¿Qué no entendés de los tatuajes?
-Para que sirven, que son, que sentido tienen. No los entiendo.
-Son dibujos que se hacen en la piel y no sirven para una mierda. Algunos son lindos, a mi me gustó el ancla, no hay razón alguna. Mis abuelos no eran marineros, eran granjeros, pero me gustó el dibujo.

-Pero sigo sin entender porqué la gente se hace dibujos eternos en el cuerpo, cual es la razón. ¿Por qué no nos hacemos brazos de madera y aluminio? Es igual de aleatorio.
-Sí, puede ser. Es cultural. Hay gente que se pone argollas en el cuello y se los estiran, otros se tatúan.
-El tema es que el tatuaje es igual de exótico que lo de las argollas en el cuello, una costumbre robada y descontextualizada y vaciada de contenido y sentido.
-Sí- dijo Peggy Sue defendiéndome- como ha pasado con los expansores. Hace unos años nadie los usaba en occidente y ahora de cada cinco personas que veo, dos los tienen. Es brutal.

El empleado del turno noche del hostel apareció en el comedor y le dijo a Josh que se acercara un momento a la oficina. Josh, sorprendido fue con pasos lentos y torpes.
Buddy Holly apareció con dos packs de seis cervezas: uno de Blue Moon y otro de Coors. También traía un whisky Jim Beam y una Coca-Cola.
-Invito yo- dijo.

Jodie Foster miraba el horizonte desde un precipicio. Tenía unos jeans azules y botas y una campera de cuero un poco corta y anteojos negros. Aparecieron las placas de créditos.

Josh apareció con una sonrisa en su cara. Emanaba frío del pasillo que separaba el comedor del lobby.
-Tengo un regalo- anunció y sacó un sobre de papel madera que vació sobre la mesa.

Estaba lleno de frascos con diferentes drogas.
-Les presento al: MDMA, el LSD, la Ketamina y la Cocaína.

Todos nos quedamos en silencio. Josh empezó a picar todo y a mezclarlo.
-No me miren así, las compré hoy con Ariel.
-¿Conmigo?- pregunté asombrado.
-Sí, en la Deep Web. Llegó mucho más rápido de lo que pensaba, en el mismo día. Genial. Lo gracioso es que frente al hostel hay una comisaría.

Empezaba una película de Universal Studios.
Yo era el único que tomaba una Blue Moon.
Los australianos miraban a Josh con pánico.
-Ya está- dijo.
En la mesa había una montaña de polvo que comenzó a separar en gruesas líneas.
-Una para cada uno.
Sin dudarlo, todos tomamos. Nuestras narices hacían un ruido rarísimo, como el de un motor de goma espuma.

jueves, 14 de marzo de 2013

MANHUNT IV


Caminé hasta el Dakota Building, donde Mark Chapman asesinó brutalmente a John Lennon. Había unos Deadheads parados en la puerta, parecían drogados, una pareja de alemanes (o eso parecían ser) lloraba. Me detuve tan sólo un momento y me alejé de ahí hasta ver la placa de IMAGINE. Había una larga fila para posar en el círculo y sacarse una foto. No me conmovió en lo más mínimo.

Un hombre cantaba las canciones más famosas de manera horrible y las personas le daban monedas y se sacaban fotos con él y las cantaban de manera fea acompañándolo. Tenía un sombrero de cowboy y pelo largo, pero supuse que debajo del sombrero había una calva con verrugas. Tenía un chaleco y botas texanas. No sé que tiene que ver esa vestimenta con The Beatles.

Otro hombre llegó y desenfundó una guitarra eléctrica que enchufó a un amplificador y comenzó a tocar otras canciones a tan sólo metros de distancia. Las melodías mal ejecutadas se superponían y era una bola de ruido horrible. Los hombres comenzaron a discutir. El segundo se escudó en La Primera Enmienda y el primero en que había llegado primero. Comenzaron a gritarse y todo el mundo miraba y el círculo de IMAGINE quedó sin nadie porque se formó otro, de personas entorno a ellos. No iban a golpearse, ese era el climax. Entonces me fui y pensé en ir al Tom´s Restaurant, conocido como “el bar de Seinfield” porque muchos capítulos se filmaron ahí. Me pareció que quedaba demasiado lejos para ir a sacarme solamente una foto y comer un desayuno que seguramente era carísimo. Además no soy muy fan de Seinfield, prefiero Curb Your Enthusiasm. Me pregunté cuando habría sido la última vez que Jerry Seinfield habría ido a comer ahí, o si alguna vez habrá ido más allá de la filmación del programa.

Atravesé el Central Park y fui a King Papaya, un pequeño negocio de panchos y jugo de papaya que queda del otro lado, al este del parque. En el transcurso me crucé con un libo perdido, dejado a propósito para que alguien lo encontrara, pero era un libro sobre el surgimiento de las religiones y me resultó muy aburrido y dejé que siguiese esperando a que alguien se entusiasmara con el juego anónimo.

Pensé en que quizás era dejado ahí por alguien de La Orden del Nuevo Mundo pero no quería empezar con paranoias que no iba a poder frenar, encima tan lejos de mi casa y de todas las personas que conocía.
Llegué al lugar de panchos que había conocido por el programa de televisión de Anthony Bourdain.
La mujer que atendía no se esmeraba en ayudarme a elegir el menú más conveniente, por lo que pedí un pancho con chili y otro con queso fundido, un vaso grande de jugo de papaya (que no sabía si me iba a gustar o a resultar vomitivo) y un vaso de papas fritas enruladas.

El local era minúsculo y sólo se podía comer de pie. A mi lado había una anciana, tendría unos ochenta años, estaba arrugada y temblaba pero estaba muy bien vestida. Me pregunté quien carajo sería esa mujer, como habría sido su vida, si siempre habría vivido en New York y que pensaría de la ciudad en estos días.
Comía un pancho y pinchaba papas de un vaso y tomaba el jugo espeso de color naranja pastel.
La imité y leí los carteles que había en el local:
“¿Sabía que la papaya tiene más vitamina C que un kilo de naranja y que previene enfermedades arteriales y distintos tipos de cáncer?”, “King papaya promueve el deporte y la buena alimentación”.
Dí un bocado al pancho, tragué e inmediatamente pinché las papas con el tenedor de plástico y las mojé en ketchup. Dí un trago del jugo de papaya que era extrañamente rico para bajar el sabor avinagrado del Ketchup. Me di cuenta de que no me gustaba mucho ese aderezo pero que me estaba obligando a creer que sí me gustaba.

Terminé la comida y ya estaba aburrido así que salí y tomé una foto con una cámara instantánea que había comprado en B&H, una tienda de electrónica gigante atendida por judíos ortodoxos en la que los pedidos viajaban por cintas corredizas por los techos.

Me sentí un poco idiota al sacar la foto, como si fuese ese personaje torpe de la novela Everything is Illuminited de Jonathan Safran Foer que si mal no me acuerdo es el mismo Jonathan Safran Foer.
Josh caminaba solo por la cuadra de enfrente. Pasó delante de mí y no me vio, por lo que me puse detrás de él y puse mi dedo detrás de su espalda como si fuese una pistola y le dije que eso era un asalto y se sorprendió mucho. Al darse vuelta estaba pálido y lucía con miedo. Yo me reí y me dijo que era un idiota.
Seguimos el día juntos.

Josh me contó que había estudiado cine en Escocia y que todo lo que había aprendido había sido en vano, que él quería hacer mierda experimental, eso era lo que a él le gustaba. Le dije que debería ir al IFC a ver mierda experimental o al PS2 en Queens o incluso al MOMA o al New Museum. Yo quería comprar un libro en el New Museum sobre la historia del ABC No Rio, una casa tomada que funcionaba como centro cultural desde hacía treinta años.

Josh me dijo que tenía pensado ir a todos lados porque pensaba quedarse mucho tiempo en Manhattan porque era su año sabático por haber terminado la universidad.
-Cuando pronuncias Manhattan pareciese que decís Manhunt.
-Mi acento es bastante escocés, pasé mucho tiempo allá. Es más cerrado que el inglés de Inglaterra, lo sé.
Josh lucía como una versión viva de Frankenstein. Era alto y tenía el cráneo rectangular y un corte de pelo similar al de Largo de la Familia Adams. Le faltaban los tornillos en el cuello y tener una voz más grave y lenta. En su frente tenía una cicatriz pero era minúscula, más cercana a la de Harry Potter que a la del monstruo de Mary Shelley. Sus brazos eran largos y los solía tener a sus costados, con lo hombros relajados, como si le pesaran y estuviesen rellenos de arena en vez de carne y huesos y venas y sangre. 

Siempre usaba un sobretodo azul que era muy largo porque el es muy alto.
-¿A dónde ibas?- le pregunté intrigado con sus actividades en la ciudad.
-Al Guggenheim, quería ver una muestra y comprar algo en la tienda de regalos.
En el Guggenheim había una muestra de un tal Maurizio Cattelan. Estaban todas sus obras. La muestra se llamaba All y consistía en todas sus esculturas colgadas del techo a diferentes alturas. La idea era subir al último piso del museo por el ascensor e ir bajando de a poco para ir viendo las obras desde diferentes ángulos y perspectivas. Una era una estatua de un nene que lucía como Adolf Hitler, otra era el cadáver de John F. Kennedy en un ataúd pero sin marcas de los disparos ejecutados por Lee Harvey Oswald, otra era un elefante disfrazado del Ku Klux Klan. Debajo de todo, en el suelo, estaba el Papa aplastado por un meteorito.

Con el precio de la entrada teníamos derecho a retirar un iPad con una video guía grabada por John Waters pero por alguna razón no lo aprovechamos. También con la entrada podíamos acceder a una muestra sobre Kandinsky y otra con obras de Roy Lichtenstein pero ninguna de las dos me interesaba y a Josh tampoco.
Entramos a la tienda y Josh compró unos papeles para hacer origamis que venían con indicaciones para hacer piezas para hacer un rompecabezas de origamis. Mientras recorríamos los muebles me dijo que su película favorita de Waters era Pink Flamingos. Yo le dije que la mía era Polyester porque actuaba Stiv Bator.

Al salir cruzamos al Central Park y escupimos en el lago Jacqueline Kennedy Onassis sin ninguna razón en especial. Pasamos por la puerta del Museo Metropolitano sin intención de ingresar en él y nos pusimos a levantar del suelo las chapitas redondas de colores con la M que te dan al ingresar. Las abrochamos al cuello de nuestras remeras. Yo tenía una amarilla y una rosa y Josh tenía una verde y una roja. Me gustaban más las suyas pero no dije nada.

No había una mierda que hacer entonces nos tomamos el subte para irnos lejos y terminamos en un lugar horrible llamado Roosvelt Island que es una isla que queda entre Manhattan y Queens y en la que antiguamente había una cárcel.
-Acá parece no haber nada- le dije a Josh decepcionado.
-No hay una mierda- respondió y comió la uña de uno de sus dedos que parecía un palito chino para comer comida china.

Caminamos por ahí y había escombros y un auto estacionado y unas viviendas sociales. Había un Duane Reade al que ingresamos para pasar un rato.
-Me perturba que vendan cerveza en lo que supuestamente es una farmacia- le dije a Josh.
-Sí, da asco. Esta sociedad está corrompida y enferma.
-Todo está corrompido y enfermo. Deberíamos morir todos. Si eso pasara, a los pocos años las plantas cubrirían la gran mayoría de las rutas y de los edificios; y los animales se reproducirían y se curaría la capa de ozono y el tiempo dejaría de existir porque no habría nadie que lo necesitara y tampoco habría nadie apurado ni nadie enojado ni nadie triste. Yo estoy enojado y a veces triste pero después se me pasa y después vuelve, pero siempre estoy enojado.
-Esta isla es una mierda, es el típico lugar que yo usaría como base de operaciones si fuese el líder de La Orden del Nuevo Mundo.
-Hablás mucho sobre la Orden del Nuevo Mundo ¿Cómo sé que no sos el lider de la Orden del Nuevo Mundo? ¿Cómo sé siquiera que ese grupo existe? Solamente lo mencionaste en ese deli kosher en el que la televisión estaba en un idioma que no entendía.
-Solo vas a ver que esa mierda es más real de lo que crees, está en todos lados. Todos formamos parte de un modo u otro, es como la sociedad, aunque no quieras, aunque vayas en contra, sos parte. Es imposible esconderse.
-¿Sabías que el inventor de la Cienciología era un escritor de ciencia ficción?- elegí un té frío sabiendo que era una mala elección porque decía ser orgánico y por lo tanto era obvio que no tenía edulcorante ni conservantes químicos, lo que significaba que no iba a tener sabor a nada. Así fue. Josh se compró una gaseosa horrible con sabor a vainilla y zarzaparrilla. A él le gustaba.

Miramos el puente de Queensboro y Manhattan y tomamos las bebidas en silencio. Volvimos al subte, era la estación más linda en la que había estado.
Una vez en Manhattan, Josh miró Google Maps en su celular y había varias cosas para visitar en esa isla y nos entristecimos porque supimos que era un lugar al que no íbamos a volver nunca más en nuestras vidas, a menos que volviesen a abrir la cárcel y cometiésemos un crimen y nos llevaran ahí.

domingo, 10 de marzo de 2013

MANHUNT III


Me desperté por las gárgaras de Kesuke, era la tercera mañana y la tercera que escuchaba sus escupitajos, pero ya sentía que era una costumbre impuesta, imposible de cambiar.
Mantuve los ojos cerrados todo lo que pude y me tapé con la sábana dura intentando no escuchar los sonidos que hacía mi compañero de habitación, pero fue imposible: aghhhghtshrtha tfshuuu, aghrthstrhstr  tsdhfuuuu, agggghhhathrhnsghnsthr tshfuuuu, se escuchaba reiteradas veces. Yo me escudaba debajo de la almohada y en la oscuridad de los ojos cerrados para evitar asumir que ya estaba despierto, por culpa de un chico unos años menor con el que apenas me podía comunicar por las diferencias idiomáticas.

La primera noche, Kesuke me había contado que había venido de Japón hacía seis meses para un intercambio de un año en una Universidad de California para estudiar economía. Su inglés era una mierda, peor que el mío. Estaba de vacaciones y se había decidido a conocer New York, una ciudad que lo asombraba porque él era de un poblado pequeño y lejano, nunca había estado en Tokio.
Temía sufrir de discriminación por el caso de Cho Seung Hui, pero eso había pasado hacía varios años y en la otra punta del país y además en Estados Unidos a nadie le importa un carajo nada. Además Cho Seung Hui era coreano y el japonés, pero en sus propias palabras me explicó “los americanos distinguen no una mariposa de un murciegalo”.

Mimi en su infancia había sido amiga de Cho Seung Hui, vivían en la misma cuadra y sus padres jugaban por las tardes a las damas y sus madres lavaban la ropa al aire libre, al margen de un arroyo. Ellos correteaban por la calle hasta altas horas de la noche.
Me contó de lo extraño que le resultó, todavía viviendo en Corea, enterarse de la masacre que había hecho ese chico con el que había compartido sus primeros años y del que casi nada recordaba. Era un completo extraño pero a la vez un conocido.
Mimi también, al igual que Kesuke había llegado a Estados Unidos hacía poco con las mismas dificultades idiomáticas, su inglés era muy primitivo o eso me parecía a mí. Era un inglés rústico con un montón de falencias debidas a su idioma natal. Aunque pensándolo seguramente mi inglés es igual de malo para los estadounidenses.

Me destapé cuando me estaba ahogando, lo primero que pensé fue en la muerte de David Carradine. Pensé en su familia avergonzada, en sus hijos (si es que los tenía) encontrándose con un padre que no reconocían, en su esposa con un marido que era en verdad un extraño, un tipo con el que vivió durante décadas seguramente, y que en el fondo escondía los deseos sexuales más extremos y perturbadores. Ahora yacía ahí, en un placard de un hotel de en Bangkok, Tailandia.

El día estaba hecho un asco, el cielo no se diferenciaba de las nubes, todo tenía un color gris pálido, como el de un papel higiénico barato hecho con diarios viejos.
Miré a Kesuke, se estaba peinando, tenía el pelo lacio y grueso. Me sonrió y se acomodó sus anteojos de nerd.
Yo también sonreí, no sé porqué, porque en verdad quería insultarlo, pero no hice nada. Me levanté con torpeza y dolores de espalda, me quedé sentado en el colchón, en boxers y sin remera, asfixiado por la calefacción de la habitación, asqueado por el olor humano.
Me paré y el colchón hizo un sonido gracioso, pensé en todas las personas que habrían dormido sobre esos resortes, en todas las pajas y pedos, sueños y pesadillas que habrán pasado por ahí.
Mientras me vestía con la ropa del día anterior pensaba en que hacer del día, le pregunté a Kesuke que haría él.
-Y Kesuke ¿Qué vas a hacer en el día de hoy?
-Voy a comprar algo ropa e ir al Museo de Naturales Ciencias.
-Entretenido
Las medias estaban húmedas por el sudor y la nieve de la noche anterior.
-¿Vos que vas a hacer?
-Voy a ir a…no tengo idea de lo que voy a hacer.

Abrí el candado y la puerta de mi locker, hizo un ruido mecánico. Saqué mi mochila con la cámara de fotos y todos los papeles que había impreso con referencias de cosas para hacer en la ciudad.
Dejé la campera abierta, me despedí de Kesuke con un gesto con la cabeza, inclinándome un poco como hacía él y bajé las escaleras. Los peldaños crujían, sonaban como una soga atada a una madera en un puerto, con el otro extremo atado a un bote que se tambalea y obliga a la soga a ejercer presión sobre la madera y emitir un sonido relajante y orgánico.
Abrí la puerta y el frío me impactó e invadió por completo, como si un grupo de skinheads me hubiesen interceptado por sorpresa y golpeado hasta dejarme temblando.

Me cerré la campera y caminé por la Calle 20 hasta la Séptima Avenida y subí hasta la Calle 23  para tomar el subte.
Una vez dentro del vagón comencé el libro que había comprado, Basketball Diaries de Jim Carroll. Había visto la película una vez por cable, la que actúa Lonardo Di Caprio. El libro cuenta la historia de un chico que toma drogas en la New York en los años sesenta. Para ese entonces la ciudad ya era un caos.

Leí unas quince carillas y era muy aburrido y decidí abandonarlo en el asiento antes de bajar. Eran dólares desperdiciados pero no pensaba cargar con esa mierda que ya sabía que no iba a leer. Preferí jugar a eso del libro perdido encontrado, muy neoyorkino. Me parecía la actitud correcta, dejarlo ahí abandonado para que alguien lo encontrara, lo leyese o se aburriera igual que yo y lo volviese a abandonar en otro lugar, así hasta recorrer todo el mundo o mojarse y perderse para siempre de verdad a causa de la lluvia o por quedar en algún lugar inaccesible.

Fui al Apple Store o Mac Store, no se como se llama la tienda. Esa que queda unas cuadras por debajo del Central Park, en la Quinta Avenida y la Cale 58. Es un cubo transparente con una escalera caracol y la tienda se encuentra debajo de la tierra.
Busqué una computadora libre y abrí el explorador. La página principal era un sitio porno y me sentí incómodo y supuse que algo andaba mal, no en la computadora ni en el local, sino en el mundo. No me mal interpreten, no soy un conservador, miro porno, demasiado seguido si tengo que ser sincero, pero que sea la página de inicio de una computadora tan cara en una tienda tan…¿Universal? me resultó particularmente abyecto.

Ingresé a Gmail y busqué en la carpeta llamada NY NY el mail que me había mandado un compañero del primario al que no vi nunca más pero con el que eventualmente chateo por Facebook y  que viaja muy seguido y que está muy metido en lugares podris y tomados:

From: Ivan  <ivan.cxplxn@gmail.com>
Date: 2011/12/1
Subject: Re: NYC
To: Ariel Pukacz <
arielpukacz@gmail.com>
ok.
Para arrancar, una buena guía de eventos de recitales y etc  es 
http://www.brooklynvegan.com/ No te asustes con el nombre de vegan, no tiene nada mas que el nombre, es una muy buena guía de recitales y ese tipo de cosas...

DISQUERIAS
http://www.academy-records.com/
http://www.academyannex.com/blog/
Esta es la bomba tiene mil cosas y es bastante agradable , hay 2  Academy. La de Williamsburg se llama Annex, no recuerdo que dias (preguntá) venden discos en la calle altamente regateables.
http://www.generationrecords.com/
Estos tipos son los mismos dueños de otra que esta ahí a unas cuadras , precios 0 económicos. Tiene una muy buena colección de remeras en el piso de abajo en el que también a veces tocan bandas. Yo ví un par, es cuestión de que chekees el sitio si bien no es la bomba lo que tiene es que esta en el Village, mas abajo te escribo sobre cosas para hacer ahí.

Hay varias ferias de discos esta es una 
http://wfmu.org/recfair/ pero la cuestión es que si tratás de encontrar alguna es la bomba.
En la zona del Village y Williamsburg hay otras disquerías pero vos sabés, es cuestión de patear y buscar la ganga y el disco correcto. Ahora me acuerdo de estas de nombre pero lo bueno es que a la vuelta hay otras. En Williamsburg hay muy buenas librerías también, aunque no se bien que buscas... 

VILLAGE
Hace rato que el Village no es el barrio cutre de los Ramones y pasó a ser una conchetada extrema pero sin embargo ahí sigue estando concentrado un puñado de buenas cosas para hacer...
Si bien ya te comente sobre el asunto discos en Village es que esta Generation Records y tantas otras disquerías , también está el Guitar Center donde podés pasar un día tocando
 guitarras caras y nadie te va a decir nada aunque si te interesa la actividad de tocar cosas caras te puedo mandar otro mail explayandome en eso y te recomendaría que no dejes de ir a lo que antes era Sammys, Rudys o el nuevo  showroom de amplificadores de Rudys Music en Time Square en el que te va a atender un argentino y te va a decir no me importa si no comprás. Man probá lo que quieras, yo cuando vine la flasheé....
Volviendo, en el Village está uno de mis restaurants veganos favoritos de los que conocí en el mundo (yo soy vegetariano así que guiarte en comida va a ser un tema) que se llama
 red bamboo pero si lo que te va es lo podri hay un point también en el village que hacen unas de las quizas mejores papas fritas que puedas comer en tu vida se ve sucio y se llena de gente pero al igual que la pizza acá: si es sucio es bueno...
Si se te da por ir al cine el vVllage es sin dudas el lugar ya que concentra por un lado el 
IFC center (si agarrás los cortos de Jem Cohen andá!) y por otro lado con un aspecto menos corporativo podes ir a el film forum a ver pelis y tomarte un café comiendo las mismas galletitas que comía Derrida , hahah.
Por otro lado del otro lado del village vas a ver la zona de chinos hahha ahi podes regatear absolutamente todo y podés como yo indignarte en lugares como 
search and destroy y en menor medida trash and vaudeville donde podés comprarte una campera de cuero con las tachas y los parches ya puestos , hahah  pero la movida es que ahí los chinos venden bocha de chucherías.
No se que tanto más te puedo tirar para hacer...
Ootra cosa que esta buena para hacer si te interesa de casualidad el video arte y todo ese rollo es sacarte un turno en electronic art intermix que tienen si no me equivoco el catalogo de videoarte mas grande que debe haber en el mundo y podes ir ahi y ver todo 
http://www.eai.org/  En la zona de intermix hay un montón de galerías re caretonas, pero bueno no se si estas por ahí las podes checkear, muy cheto todo...

En cuanto a librerías mas ayuda de la que yo te puedo dar podes encontrar 
aca

Por otro lado están las cosas obvias para hacer como no sé, ir al MoMA, el Guggenheim y ese tipo de pavadas. Recuerdo una pelea con el amigo con el que viajé, yo me negué a pagar 60 dólares para subir el estúpido ascensor del Empire State hahah.
Acá 
tmb tenés mas data de eventos...

El abc no rio me dijeron que esta muy venido a menos yo justo no llegué a ir pero toda la info esta 
aca , te recomiendo en cambio que vayas algún día al stolen sleeves collective lugar donde viven unos conocidos y yo paré.  Ahí en su facebook chequeá que eventos hay, esto es en Brooklyn lugar donde por otro lado suceden la gran cantidad de recitales. Si ahí conoces a un chico que se llama Adam, el es un nerd de los discos y te va a tirar buenas puntas. Decile que ibas al elementary school conmigo haha. Si ves una chica Lauren, nada, es buena piba y si ves un argentino que se llama xxxxxx sabe que es un hijo de puta de movida y no me menciones ,hahahha
Por ahora no se me ocurre mucho mas cualquier cosa preguntame.
Mas especifico por otro lado te hiper recomiendo que te vayas aunque sea un finde o unos días a Washington DC. Con los micros del barrio chino vas por 20 dólares y llegas en menos de 2 horas. Ahí los discos son mucho mas baratos y tenés 2 disquerías, una al lado de la otra. En una te atiende Ian Svenoius de Nation of Ulysses y en la otra un pibe bastante copado (yo paraba en la casa de un amigo de él). Esa, Smash si no me equivoco, es de un tipo que tocaba en 86 mentality. En el medio de las 2 disquerías tenés un fallafel que explota re barato que le podes meter todo el humus que quieras gratis , haha
Cualquier cosa que te pueda ayudar decime....

Anoté todo lo que pude en mi cuaderno MUJI que me había traído de un viaje anterior. Mi letra era una mierda porque estaba apurado y también porque al segundo párrafo se me había cansado la mano. Revisé mi Facebook pero nadie me extrañaba, sólo me invitaban a eventos a los que no iría aunque no estuviese de viaje.

Cerré todas mis sesiones con bastante paranoia y borré el historial y los cookies del explorador. No quería que la secta esa que había visto en la tele pudiese acceder a mis datos.

Fui al puesto callejero de la librería Strand y compré un libro sobre anécdotas de la escena hardcore de Irlanda del Norte y sobre los recitales que organizaban para bandas de otros países. Cada anécdota venía acompañada por una receta vegetariana que las bandas enseñaban a los organizadores del recital.
También había varios ejemplares de libros de Charles Bukowski con las tapas originales. En otro momento de mi vida los hubiese comprado todos y no habría leído ninguno, pero no ahora.