martes, 25 de agosto de 2009

Para el techo, las noticias (Parte IV)

Se apareció al rato un señor de anteojos, pelado y muy alto, parecía que iba a hablar pero no lo hacía, amagaba nomás. Al rato pudo.

-D-d-disculpe.

Tom no lo escuchó ni lo vio, siguió pintando y tomando vino.

-D-d-disculpe.

Lo intentó una tercera vez, con un poco más de ímpetu, Tom lo escuchó.

-Diga.- dijo el negro desde arriba dándose un leve descanso y secando el sudor de su pelada.

-Las tejas de mi techo están bastante mal y, y, me gustaría que usted venga a arreglarlas si tiene tiempo.

-Sí, cobro por hora.- dijo Tom aprovechándose de la ingenuidad de aquel blanquito tembloroso.

-¿Está bien, podría venir mañana?

-A primera hora, anóteme su dirección y déjela debajo de aquella maseta.
Nuevamente una teja cayó del techo y nuevamente Tom tuvo la suerte de que no lastimase a nadie, pero asustó a una anciana.

-¿Por qué no se fija lo que hace muchachito?- dijo la vieja de mierda.

-Disculpe señora, disculpe.- dijo Tom sin ganas de discutir.

-Sí, disculpe pero casi me partís la cabeza ¿Tiene permiso para hacer ese trabajo?

-¿Se va a poner en policía señora?

-No jovencito, no en policía pero es un peligro lo que hace ¿Tiene permiso o no?

-Sí, del dueño.

-No, no. No me tome por tonta, del gobierno.

-Señora, estoy laburando, no le estoy afanando a nadie ¿no me rompa quiere?

-Habría que devolverlos a África.- dijo la anciana bien, bien por lo bajo, sin agallas.

Tom pateó otra teja que cayó nuevamente cerca del vejestorio. Si seguía a este ritmo se iba a quedar sin tejas para reemplazar.

El sol estaba descendiendo pero Tom no, seguía allí firme perdiendo bastante tiempo. Le gustaba la altura, se sentía invulnerable, Dios. Escuchando desde arriba a la gente, y cada tanto bajando para comprar un vino.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Para el techo, las noticias (Parte III)

Caminó por el barrio hasta llegar a su almacén, no era de él pero quienes lo atendían eran sus amigos y generalmente le daban el alcohol a precio o gratis.

Tom entró y saludó al encargado- Me agarro un vino- dijo y lo retiró del estante casi con los ojos cerrados. Había trabajado un tiempo en aquel lugar pero no duró demasiado, no le gustaba tener que cumplir un horario, lo deprimía.

-Pagalo, me estoy fundiendo.- dijo el empleado del lugar, un viejo amigo del padre de Tom.

-¿Cómo que te estas fundiendo?- preguntó Tom sin saber si preocuparse o reírse de una broma.

-Están por abrir un supermercado a dos cuadras, treinta años en el barrio y ahora me la ponen, no se que voy a hacer.

- Tenés tus compradores.

-Clientes se dice.

Tom dejó un billete en el mostrador.- no te vas a fundir, el barrio te va a seguir comprando a vos, vas a ver.

Las palabras entusiasmaron al viejo, lo llenaron de esperanza. Se aferró a la mano de Tom y sonrió.

Cuando iba volviendo, vio como una patrulla doblaba a toda velocidad por la esquina y perseguía infelizmente a un auto muy lastimado, no escuchó ningún disparo.

Se subió al techo nuevamente, el crimen perfecto, nadie lo había visto bajarse. Pero no se percató de que Ortiz se dio cuenta de que el martilleo había cesado. Antes de poder siquiera abrir el cartón de su delicioso vino tinto, el dueño de casa se apareció. Tom no llegó a ocultar el envase tras la caja de herramientas.

-¿Tomando vino?- preguntó el Señor Ortiz

-Disculpe señor

-Terminá el trabajo de una vez.- se metió en la casa.

Tom siguió ahí haciendo equilibrio entre tejas sueltas, pisó una y se resbaló, casi cae pero logró atajarse, lo que si calló fue una teja que por suerte no le pegó a Bruno, un nenito del barrio.

-¡Tené cuidado Tom, casi me matás!- dijo el chico mientras intentaba dominar el manubrio de su bicicleta.

-Disculpame brunito, se me calló una teja ¿Cómo anda todo niño?

-Todo bien, hoy me saque un ocho

-¡En qué te sacaste un ocho?- preguntó el obrero muerto de ternura.

-En un examen de historia ¿Sabías que Cristóbal Colón descubrió América en 1498?

El hombre se quedó pensando en el tejado, o la profesora era una bruta o el nene le estaba haciendo una broma.

-Chau Tom.- dijo el nene agitando su manito y siguió su camino a alta velocidad por la vereda.

martes, 18 de agosto de 2009

Para el techo, las noticias (Parte II)

Toc, toc, etc. Seguía déle que déle hasta que su labor se vio nuevamente interrumpida por un vecino que salió a las puteadas de su casa.

-Pero negro boludo ¿No te das cuenta que es la hora de la siesta?

-Boludo será usted, es mi trabajo.- Y lo era, el mulato se cogía a la mujer de ese, Escalada se llamaba, José y su esposa Mariel. Mientras José estaba en su pedorra oficina en el centro, Tom se pasaba el rato con Mariel

No era nadie y se creía que era un gran empresario. Estaba llevando a una PYME de segunda a ser de cuarta. Era un fracasado y él lo sabía, sus hijos lo sabían, su esposa lo sabía y Tom lo sabía; También el resto del barrio, pero solo Tom se la cepillaba, al menos era del único que se sabía. José era un boludo, uno de primera pero no podía admitirlo, necesitaba mantener su imagen de apócrifo triunfador.

En el fondo se sentía mal de ser así y de saber que un negro se cogía a su mujer, si hubiese sido uno de descendencia europea no le hubiese jodido tanto. Un racista manicero e/o impotente.

Tom siguió golpeteando el tejado, José no se volvió a quejar del ruido, siguieron conviviendo en paz y el negro cogiendose a su mujer.

Bajó del techo para comprarse otro vino, necesitaba muchos cartones para emborracharse, ese físico fibroso por naturaleza, necesitaba mucho alcohol para ser tumbado. Se colocó los breteles del jardinero para que no lo detengan por exhibicionismo, si un blanquito lo hacía, seguramente no pasaba nada, prefirió doblegarse y seguir la ley para poder terminar su trabajo de una vez por todas y poder embriagarse de verdad y de un tirón.

Odiaba las pequeñas dosis, odiaba tomar de a tragos, odiaba los canapés. A lo grande, platos llenos y botellas enteras de un solo trago. Guarro, salvaje, pero feliz.

martes, 11 de agosto de 2009

Para el techo, las noticias (parte I)

Toc Toc Toc, golpeaba Tom con el martillo, asegurándose de que las tejas no se vuelvan a salir nunca más. Nunca más, porque la tercera es la vencida y de nuevo no le iban a pagar par hacer el trabajo, los Ortiz no eran pelotudos. Tenían plata, sí, pero no para estar derrochando una y otra vez con las tejas. Ojo, Tom no lo hacía de vivo, lo hacía de incompetente, o sea no lo hacía. Va sí, pero mal.

El negro estaba empapado en sudor, con los breteles del jardinero colgándole a la altura de la cintura, dejando al descubierto sus tatuajes baratos. Con gruesos guantes para no arrancarse los dedos a martillazos y para secarse el sudor. Tenía su caja de herramientas haciéndole equilibrio entre las tejas azules y amenazando con caer al vacío y matar a algún peatón. También tenía un cartón de vino que escondía cuando salía algún Ortiz.

Toc toc toc y el negro seguía sudando, no tanto como sus antecesores debieron haberlo hecho en África, pero él no era africano, era…

Tom bebía el vino barato como un animal, justo se estaba limpiando el mentón y Ortiz Sr sale a la calle, el esconde el envase detrás de su caja de herramientas y espera atento la pregunta o reto del señor.

-Tom ¿Cuánto falta para que termines ese tejado? Estas hace más de una hora ahí arriba.
-Disculpe señor, hay varias tejas en muy mal estado y tuve que cambiarlas.
- ¿De dónde sacaste las nuevas?
-De su garage señor.
- ¿Estaban pintadas?- preguntó el señor poniendo su mano sobre sus ojos para tapar al demoledor Rey Sol.
-No, las tuve que pintar yo señor.
-¿De dónde sacaste la pintura Tom?
-De su garage señor
El Sr Ortiz gruñó o algo así y se metió de nuevo en la casa.

viernes, 7 de agosto de 2009

Libro perdido, encontrado (Parte VII)

Usé mi siguiente franco para ir a andar en bicicleta, otra actividad que disfrutaba. Ponía al gato NN en una cestita colgando del maniobro, me abrigaba bien y salía a pedalear. Esta vez me hice además dos sándwiches y llevé una botella de agua, iba a ser una larga jornada de pedaleo. Decidí envolver al gatito en una manta y al libro con él.
Andar en bicicleta era el único deporte que hacía y solamente sucedía algunos francos, asíque mi estado físico se deben imaginar como era.
Partí de mi casa despacio para no cansarme y paseé por las calles de adentro (vivía lejos del centro), anduve un rato hacia el este y aparecí en la riviera, con los bares y restaurantes y parques y el río y el aeropuerto y los linyeras vip a quienes gendarmería intentaba ocultar para hacer sentir mas cómodos a los turistas.
Ahí frené y decidí sentarme a comer mis sándwiches en el pastito y a jugar con el gato sin nombre.
Fue en aquel momento de regocijo, placer y cariño que alguien me tocó el hombro. Supuse que sería un oficial de policía con ganas de fastidiar y de obligarme a levantarme para no quedar como un hobo frente a los turistas. Suerte la mía que no era un policía, pude percibirlo primero por el dulce olor a perfume y por la liviandad de su mano en mi hombro, dedos finitos. Era la pelirroja de hacía unas semanas. Se habían evaporado mis ilusiones de volver a verla, son pocos los compradores que vuelven. Generalmente están al paso y no concurren aquella esquina regularmente.
Creo haberme sonrojado, me quedé mudo y sin saber que decir, acomodé mis anteojos y me peiné.
Rompió ella el hielo, que vergüenza.
- Hola ¿Vos sos el vendedor de garapiñadas no? ¿Es tuyo el gatito?
Respondí a ambas preguntas con sin simplón- sí.
-¿Cómo se llama el gato?- seguía insistiendo con preguntas
-¿Cómo te llamas vos? Le dije medio nervioso y con un tono agresivo que me salió sin querer por no saber tratar con las mujeres.
-Violeta ¿Vos?
-El gato no tiene nombre- no respondí su última pregunta sino la anterior, hablaba mucho y muy rápido la muchacha. Yo tenía claramente otro ritmo- Yo Felipe.
-Un gusto- respondió con una sonrisa gigante, dejando a la luz sus inmensos y blancos dientes, tan grandes y tan blancos que parecían prótesis- ¿Cómo que el gato no tiene nombre?
-No, vive conmigo pero no es mío, es libre de irse cuando quiera.
-Mira que interesante ¿Sos activista a favor de los derechos de los animales?
- No, simplemente no me pertenece, si pudiese le haría pagar la mitad de las expensas
Se rió y lo acarició. Lo levantó con ambas manos y lo puso junto a su nariz y le dijo con vos chillona- Que buen dueño que tenes- Me miró y dijo nuevamente con vos chillona- No, dueño no. Que buen casero que tenes, vivís de arriba gatito.
Le convidé un sándwich que aceptó creo que por cordialidad, también le ofrecí agua.
A la media hora de charla, no muy fluida por cierto, ya tenía bastante información sobre su vida. Violeta; treinta y dos años; creativa publicitaria; soltera; una sola pareja seria de cinco años que la dejó hacía cuatro sin una verdadera oportunidad de revancha, según decía ella.
Que más que más. Ah, vivía en un ph bastante barato, a unas cinco cuadras de mi casa; manejaba un hatchback usadísimo que le había donado el tío y que solía quedarse bastante; iba al gimnasio dos veces por semana, una vez natación y una vez yoga; prefería el vino tinto al blanco y sobre cualquier otra bebida alcohólica.
Vio entre mis cosas aquel cuaderno rotísimo y preguntó por él.

sábado, 1 de agosto de 2009

Libro perdido, encontrado (parte VI)

Aquella noche decidí investigar sobre esa dirección de Polonia. No voy a mentir, no fui a la enciclopedia ni a ningún libro, usé Internet. De la biblioteca, no podía darme el lujo de computadora ni de pagar el servicio aquel.

Resultó ser una calle principal de la zona antigua de Varsovia. Un complejo de edificios caros. No se si sería un hotel o un lugar para alquilar o si pertenecería al dueño del cuaderno.

Cuando volví a casa, luego de darme una ducha, continué el diario.
(…) El departamento de Varsovia ya está tazado y la casa de Montevideo también. A Uruguay viajaré lo antes posible para conseguir comprador. Si la vieja se muere estoy lo suficientemente cerca como para volverme en el día, para Polonia voy a tener que esperar más.

Flor de garca parecía el dueño del libro. No seguía el diario, del otro lado de la carilla no había nada. Decidí entonces abrir una página al azar. Había una hoja de maple abrochada al cuaderno, ya seca y escrito con marcador indeleble negro sobre ella la palabra (o conjunto de letras) ADANAC. Tardé en darme cuenta qué significaba.

El cuaderno paralelo quedó abandonado más que rápido, no daban ganas de anotar y no parecía tan importante lo que decía. Mis preocupaciones eran otras, había solucionado lo del gas pero cerca de mi puesto se había instalado un vendedor de panchos con salsas. Era competencia relativa. Sus latentes compradores no eran con seguridad los mismos que los míos, por un tema de sabor. Dulce contra salado. Tenía mi desconfianza acerca de aquel puesto, intentaría no preocuparme, demasiado.