viernes, 7 de agosto de 2009

Libro perdido, encontrado (Parte VII)

Usé mi siguiente franco para ir a andar en bicicleta, otra actividad que disfrutaba. Ponía al gato NN en una cestita colgando del maniobro, me abrigaba bien y salía a pedalear. Esta vez me hice además dos sándwiches y llevé una botella de agua, iba a ser una larga jornada de pedaleo. Decidí envolver al gatito en una manta y al libro con él.
Andar en bicicleta era el único deporte que hacía y solamente sucedía algunos francos, asíque mi estado físico se deben imaginar como era.
Partí de mi casa despacio para no cansarme y paseé por las calles de adentro (vivía lejos del centro), anduve un rato hacia el este y aparecí en la riviera, con los bares y restaurantes y parques y el río y el aeropuerto y los linyeras vip a quienes gendarmería intentaba ocultar para hacer sentir mas cómodos a los turistas.
Ahí frené y decidí sentarme a comer mis sándwiches en el pastito y a jugar con el gato sin nombre.
Fue en aquel momento de regocijo, placer y cariño que alguien me tocó el hombro. Supuse que sería un oficial de policía con ganas de fastidiar y de obligarme a levantarme para no quedar como un hobo frente a los turistas. Suerte la mía que no era un policía, pude percibirlo primero por el dulce olor a perfume y por la liviandad de su mano en mi hombro, dedos finitos. Era la pelirroja de hacía unas semanas. Se habían evaporado mis ilusiones de volver a verla, son pocos los compradores que vuelven. Generalmente están al paso y no concurren aquella esquina regularmente.
Creo haberme sonrojado, me quedé mudo y sin saber que decir, acomodé mis anteojos y me peiné.
Rompió ella el hielo, que vergüenza.
- Hola ¿Vos sos el vendedor de garapiñadas no? ¿Es tuyo el gatito?
Respondí a ambas preguntas con sin simplón- sí.
-¿Cómo se llama el gato?- seguía insistiendo con preguntas
-¿Cómo te llamas vos? Le dije medio nervioso y con un tono agresivo que me salió sin querer por no saber tratar con las mujeres.
-Violeta ¿Vos?
-El gato no tiene nombre- no respondí su última pregunta sino la anterior, hablaba mucho y muy rápido la muchacha. Yo tenía claramente otro ritmo- Yo Felipe.
-Un gusto- respondió con una sonrisa gigante, dejando a la luz sus inmensos y blancos dientes, tan grandes y tan blancos que parecían prótesis- ¿Cómo que el gato no tiene nombre?
-No, vive conmigo pero no es mío, es libre de irse cuando quiera.
-Mira que interesante ¿Sos activista a favor de los derechos de los animales?
- No, simplemente no me pertenece, si pudiese le haría pagar la mitad de las expensas
Se rió y lo acarició. Lo levantó con ambas manos y lo puso junto a su nariz y le dijo con vos chillona- Que buen dueño que tenes- Me miró y dijo nuevamente con vos chillona- No, dueño no. Que buen casero que tenes, vivís de arriba gatito.
Le convidé un sándwich que aceptó creo que por cordialidad, también le ofrecí agua.
A la media hora de charla, no muy fluida por cierto, ya tenía bastante información sobre su vida. Violeta; treinta y dos años; creativa publicitaria; soltera; una sola pareja seria de cinco años que la dejó hacía cuatro sin una verdadera oportunidad de revancha, según decía ella.
Que más que más. Ah, vivía en un ph bastante barato, a unas cinco cuadras de mi casa; manejaba un hatchback usadísimo que le había donado el tío y que solía quedarse bastante; iba al gimnasio dos veces por semana, una vez natación y una vez yoga; prefería el vino tinto al blanco y sobre cualquier otra bebida alcohólica.
Vio entre mis cosas aquel cuaderno rotísimo y preguntó por él.

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