martes, 18 de agosto de 2009

Para el techo, las noticias (Parte II)

Toc, toc, etc. Seguía déle que déle hasta que su labor se vio nuevamente interrumpida por un vecino que salió a las puteadas de su casa.

-Pero negro boludo ¿No te das cuenta que es la hora de la siesta?

-Boludo será usted, es mi trabajo.- Y lo era, el mulato se cogía a la mujer de ese, Escalada se llamaba, José y su esposa Mariel. Mientras José estaba en su pedorra oficina en el centro, Tom se pasaba el rato con Mariel

No era nadie y se creía que era un gran empresario. Estaba llevando a una PYME de segunda a ser de cuarta. Era un fracasado y él lo sabía, sus hijos lo sabían, su esposa lo sabía y Tom lo sabía; También el resto del barrio, pero solo Tom se la cepillaba, al menos era del único que se sabía. José era un boludo, uno de primera pero no podía admitirlo, necesitaba mantener su imagen de apócrifo triunfador.

En el fondo se sentía mal de ser así y de saber que un negro se cogía a su mujer, si hubiese sido uno de descendencia europea no le hubiese jodido tanto. Un racista manicero e/o impotente.

Tom siguió golpeteando el tejado, José no se volvió a quejar del ruido, siguieron conviviendo en paz y el negro cogiendose a su mujer.

Bajó del techo para comprarse otro vino, necesitaba muchos cartones para emborracharse, ese físico fibroso por naturaleza, necesitaba mucho alcohol para ser tumbado. Se colocó los breteles del jardinero para que no lo detengan por exhibicionismo, si un blanquito lo hacía, seguramente no pasaba nada, prefirió doblegarse y seguir la ley para poder terminar su trabajo de una vez por todas y poder embriagarse de verdad y de un tirón.

Odiaba las pequeñas dosis, odiaba tomar de a tragos, odiaba los canapés. A lo grande, platos llenos y botellas enteras de un solo trago. Guarro, salvaje, pero feliz.

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