viernes, 9 de julio de 2010

Feliz año nuevo

Cinthia: Era año nuevo, un nuevo comienzo. Mi familia comía pero yo me encontraba aislada, en mi cabeza. Iván ocupaba todo el espacio de mi mente, incluso más de lo que podía llegar a abarcar. Me generaba una sensación de claustrofobia, culpa, soledad.
Lo extrañaba ¿O extrañaba la idea de Iván?

Mi primita correteaba por toda la casa y comenzó a llorar porque se golpeó la frente contra la punta de la mesita ratona. Hielo le pusieron. Lloraba y se abrazó a mí. Me la cargué a upa y comenzó a chorrearse el hielo sobre su vestidito blanco. Mi mamá me pasó una servilleta para secarla. Al rato dejó de quejarse y comenzó a chupar el hielo. El agua fría se le chorreaba por la pera. Un gran chichón adornaba su frente.
Fuimos a la mesa a comer. Todos hablaban y gritaban. Los platos y fuentes, llenas de comidas giraban de izquierda a derecha y de derecha a izquierda.

No di un solo bocado. No presté atención a los gritos y risas y charlas de mis tíos y primos y abuelos y de toda mi gran familia. Me quedé enclaustrada en mi cabeza, pensando en el cuerpo descompuesto de Iván. Me pregunté si a esa altura seguiría habiendo carne sobre sus huesos. No pude dar un bocado.

Me imaginé a su papá, como se sentiría en este primer año nuevo sin Iván. Me pregunté como estarían el resto a quienes no volví a ver, el Alex.
Ya era la hora, brindamos y fuimos todos a la terraza. Alcé a mi primita en brazos porque no alcanzaba a ver.

No me llegó ningún mensaje de texto. Me angustió saber que nadie pensaba en mí.
Los fuegos artificiales incendiaban la noche pero la luna brillaba más fuerte que todos.

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