jueves, 17 de febrero de 2011

Resistencia Parte III(Fin)

III

Un día, el sexo dejó de tener sentido y sólo me importaban las historias. Porque me eran ajenas, como la mía propia, distantes, opacas, errantes. Decidí recuperar mi historia, no la de mi papá, no su pasado oculto y todo lo que ignoré de ese hombre en su rol fuera de el de padre. Fui a recuperar lo que había dejado trunca mi existencia.

Monte Chingolo ya no era lo mismo. Ninguno de mis vecinos quedaba. Sólo a la viuda de Herrera reconocí porque seguía viviendo enfrente de lo que había sido mi casa.
Al conejo Filipo lo tiene mi sobrina, le comenté y ella sonrió. Mis tíos se habían ido a España y Darío vivía en el anonimato, con otro nombre, me contó la viejita. Me dijo que le dejara mi teléfono a ella, que él cada tanto volvía, se aparecía de noche. Regresaba para asegurarse de que su pasado, en cierto aspecto, se preservaba, aunque sea el lugar físico.

No tuve un número de teléfono que darle porque ya no tenía domicilio fijo, no pensaba volver a Paraná.
Intenté olvidarme rápido del asunto y conseguir un trabajo o modo de subsistir. Comencé a trabajar como recepcionista en hoteles alojamiento de Zona Sur. Unos meses en uno, algunos en otro. Me recordaba a mi misma revolcándome en esas habitaciones con esos hombres sin nombre. Dormía en una habitación de los hoteles, aquellos antros se habían tornado mi hogar.

Un día, muchos meses después de mi visita a Monte Chingolo, una llamada telefónica me sorprendió.
Sí, quería hablar con Andrea.
Habla ella, respondí.

Soy Darío, dijo la voz desde el otro lado. Ambos quedamos en silencio. Años, añoré volver a escucharlo y dialogar con él como solíamos hacer allá, cuando todavía estaba viva.

¿Dónde estás? Pregunté casi llorando.
La viuda de Herrera me dijo que volviste al barrio y preguntaste por mí.
¿Cómo me localizaste? Pregunté cuando en verdad eso no importaba, tenía preguntas mucho más urgentes que hacer.
Tardé en hacerlo, me respondió.

Escuchar su voz era como volver a aquellos años, hablar con él, reencontrarme con alguien que no conocía. Un cercano desconocido.

No tuviste razón le dije.
Me preguntó en qué.
En que no iba a volver ni a acordarme de vos.
Tardó en responder, supuse que se rascaba la cabeza como cuando pensaba atentamente una respuesta. Una cabeza con menos pelo, imaginé o talvez ese hábito lo había perdido y el silencio se debía a que aguantaba el llanto.

Quise que te fueras, era demasiado chico pero sabía que si no te ibas de una vez por todas, no podría seguir con mi vida. De hecho, no pude.
Quise responderle pero me dijo: Tengo que cortar.

Seguí en la oscuridad del hotel alojamiento entre los gemidos y la tristeza, esperando a la próxima pareja y preguntándome como sería mi vida desde ahí en adelante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario