viernes, 22 de octubre de 2010

Página II

Dejar atrás Santa Fe era un nuevo comienzo, podía ser quien quisiera ser. Podía incluso cambiar su nombre, inventarse una vida y nacer de nuevo. Nacer con veintitrés años de edad. Podría inventarse títulos, logros, novias, viajes. Ser alguien. La idea lo angustió un poco porque sería ficcionalizarse a sí mismo, dejar de ser él para ser quien quería ser. Le pareció más inteligente ir en búsqueda de todo lo que querría que su vida fuera, aunque tardara y doliera pero conservarse a si mismo como un original y no como una replica mal hecha de sí mismo. Ser él. Ser él sin nada e ir construyéndose a si mismo.

Por el momento, Buenos Aires no parecía como los catálogos de turismo la mostraban. Las calles que caminó eran sucias y oscuras, lúgubres y solitarias, apenas iluminadas. Parecía un lugar detenido en el tiempo, más aún que su pueblo natal.
Prostitutas se escondían en pasadizos y lograban lo que buscaban, pasar desapercibidas pero a la vez brillar y hacerse notar. Contrastaban a ellas los vagabundos durmiendo en los rincones mojados, refugiándose como podían de la humedad y del frío, sin lograrlo.

La plaza ya había quedado lejos y su torre con un reloj también, la travesía de cruzar la famosa Avenida del Libertador no lo había sorprendido. Su madre le repitió hasta el último momento antes de subirse al tren: tené cuidado al cruzar la 9 de Julio y Libertador.

Los chicos tiraban de sus carros y revolvían la basura como ratas y muchos otros jalaban pegamento de las magnas de sus buzos y fumaban paco, droga que nunca había visto ni olido y no sabía como lucía siquiera, pero sabía que la estaban consumiendo.
No le había resultado una agradable bienvenida la de Retiro y la de Buenos Aires, sólo le quedaba avanzar hasta encontrar el lugar donde dormiría.

Después de caminar por las laberínticas calles de una ciudad nueva y desconocida, llegó.
Era una puerta roja tan pequeña y escondida que pasaba desapercibida junto al resto de la cuadra. Estaba abierta. Entró.
Una envolvente oscuridad hizo que cayera al piso, una escalera ascendía y el primer escalón hizo que su cabeza se golpeara contra el sexto. Quedó mojado, los escalones estaban inundados, evitó la lluvia en vano.

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