viernes, 15 de octubre de 2010

Capitulo - - Parte II

Pero a veces la soledad se siente más que en otros momentos. Me pasa que cuando estoy rodeado de gente me siento solo pero a gusto. Suelo no hablar con nadie en las reuniones grupales. Pero cuando uno está solo con uno mismo tiene que aprender a soportarse que no es tarea sencilla.

Hay veces que pienso en gente, no en alguien en particular, en cualquier persona. Pienso en si ese ser abstracto, ficticio e irreal se soportará a si mismo. Me pregunto si habrá gente en el mundo que no se soporte a si mismo. Groucho Marx trataba este tema con humor “ Nunca entraría en un club que admitiera como socio a un tipo como yo” decía a modo de broma pero yo lo planteo en serio. Si habrá seres que no se caigan bien a si mismos, si existe esa alternativa. Creo que los suicidas entran en ese grupo de personas.

Me resulta difícil de comprender a los suicidas, sobre todo a los del tipo obsesivo. Como se llega al punto de abrazar la oscuridad de ese modo, de entregarse a la muerte con los brazos abiertos y dejarse caer de espalda, sabiendo que nada nos va a atajar excepto el vacío.

Me resulta más sencilla la tarea de vivir que de morir. La muerte auto afligida creo yo que es causada por inconformismo o peor aún por ansiedad. Por un deseo de morir, de que la vida se termine lo más pronto posible para que un dolor o carencia se se apacigüe. Pero me resulta extraño cuando de todos modos uno va a morir, es mejor atravesar el camino pinchudo hacia la parca sin pretensiones. Quizás en el transcurso uno se lleve más de una buena sorpresa que justifique la espera. Uno nace muerto, muere a cada segundo que pasa, no crece, muere. Pero no es algo que me preocupa, es algo que logré internalizar y asumir y que en cierto aspecto me alegra. Me alegra porque puedo vivir o mejor dicho morir con más tranquilidad y sin estar preocupado en si a lo largo de mi muerte cumpliré con los estúpidos objetivos que me propongo porque no me los propongo yo, me los imponen. Los animales no tienen presente ni pasado, viven (o mueren) y ya. Sólo el hombre es insaciable y necesita más y más. No yo, o sí pero si no consigo aquello que añoro no me frustro, lo tomo como un paso más hacia el primitivismo que paradójicamente añoro.

Creo que los suicidas no temen a la noche, no es la oscuridad lo que los agobia y lleva a tener pensamientos anti naturales, ideas obsesivas sobre ellos mismos sin vida, sobre su no existencia. Es la mañana la que los consume, los débiles alambres de luz de la primera hora. De aquel sol somnoliento que avanza y los tapa. Es la mañana que les hace preguntarse ¿Y ahora qué? Es el inicio del día el que los deja sin respuestas, con la defensa baja y sin saber que responderse. Es la angustia de no saber que hacer con ese puñado de horas que tienen hasta que el sol baje nuevamente y tengan tiempo de dormir y simular su muerte. Es el obsesivo pensamiento de que podrían estar (mejor) en cualquier otro lugar que no sea en el que están en ese momento. Saber las cosas que se están perdiendo y que nunca tendrán lo que los lleva a odiarse. Creo que un suicida no se odia a si mismo ni al mundo ni a la vida, odia a su entorno. Detesta aquello que los oprime y no deja ser felices. Odian el lugar que les tocó en el mundo y al sentirse limitados con ese espacio y no poder zafarse de él creen odiarse a si mismos.
Que extraño es estar vivo.

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